jueves, diciembre 18

De mi primer entrevista laboral y sus mínimos altercados

La pareja de mi madre me anuncia por teléfono de la grata (o no tan-) noticia, abro un doc de notepad y escribo

Florida 160
Gal. Guemes
Marilina 6 Dedos
11am

Cierro y guardo sin prestar atención, hablo con Leandro, leo, preparo la ropa, duermo, me despierto, me ducho y salgo de casa, tres horas antes de lo que planeaba, para poder hacer unos trámites y luego presentarme a las 11, puntual.

Para las 9.58 ya tenía mis asuntos terminados, así que con Leandro decidimos el tomar 140 hasta Florida. Lo vemos pasar y nos apuramos hasta llegar a la parada, para descubrir a un paso -literalmente, a un paso- de subir, que es el que va para Palermo y no para el Correo.

Así que entonces hacemos subte de Fmed hasta 9 de Julio y de ahí a Florida. Al emerger de ese mundo subterráneo descubrimos con agrado que aún contamos con 30 minutos libres.

Pasamos por un Open 25hs. Recordé los sabios consejos de alguien, y mi posesión de la tarjeta Monedero. Leandro se compró una Glaciar y yo un agua tónica. Le extiendo al empleado la tarjeta mientras Leand se jacta de la superioridad de su agua -que tiene más sodio y un sabor diferente, y que no-puede-en-ten-der como hay personas que piensen que es toda igual-, el empleado se acerca y me mira dubitativo. Le respondo la mirada, y espero.

- Pensé que era la tarjeta monedero - Dice, confundido, mientras me la devuelve. La tomo entre mis manos y lo miro a Leand, que esboza una sonrisa detrás de su sorbete.

Era mi carnet de Swiss Medical.


Solucioné con velocidad el altercado dándole la tarjeta correspondiente y, después de que Leandro se ría por horas, años, lustros tal vez de mí (y yo también), le eché en cara que en vez de pagar 2,50$ pagué 1,80$, y que ese cambio era excepcionalmente valioso, aunque ni él ni yo creamos que eso era así. Y nos reímos de vuelta.

Ya eran y media.

- ¿A qué hora subo?
- No sé, para mí con que vayas tipo 10.50 está re bien. Es mejor a que llegues tarde.
- Sí, tenés razón. Y, ¿qué le digo? "Buenas tardes, estoy buscando a Merlina Seis Pies" Me pasaron el apellido ayer a la tarde por teléfono y ahora no recuerdo con certeza que sea así.
- No, decile buen día que todavía es temprano. Y llamala por el nombre, no es necesario ser tan formal.
- Ay, pero a mí eso me resulta más correcto. Igual ahora lo llamo a Gustavo para que confirme.

...

- ¿Y? ¿Qué te dijo?
- Era Seisdedos, todo junto y dedos, no pies. Soy una tarada, lo peor es que lo anoté en algún lado y creo que lo anoté bien.

Busqué el papel naranja y, efectivamente, decía 6 dedos, con número y separado. Pero también acusaba un Marilina, y no un Merlina. Leandro me estuvo confundiendo los nombres que no terminaba de aprender hasta que se hizo la hora. Me acompañó hasta la escalera y se quedó ahí hasta que me perdí con el ascensor que subió hasta el 1er piso.

- Buenos días
- Buen día, vengo para la entrevista laboral
- ¿Con María Cristina? - Agregó, interrumpiéndome

Atónita, contesté que sí. E inmediatamente después le envié a mi fiel compañero un mensaje de texto que anunciaba 'Se llama María Cristina!!!!' al cual respondió con un profundo y sentido 'Oh, God.'


Entre otras cosas, ayer también

- Me lastimé ambos talones, mucho
- Se me salió la suela de un zapato
- Usé ocho curitas, y no bajó el dolor
- Tardé 15min en pedir un turno por telefono. El teléfono estaba en la misma clínica
- Caminé 20 cuadras con los pies que pedían a gritos una tregua, bajo el rayo fatal de Febo

Pero lo principal de todo este asunto es que a mí el libro de restaurants que nos ganamos con Leandro (Edición 2004, de una utilidad que asombra, como verán) vino con el mini-librito (justamente, un mini-librito con nombres, direcciones y teléfonos de los restó) que era lo único productivo que tenía, y a él no.



El universo, lentamente, comienza a re-alinearse a mi favor.

viernes, diciembre 5

Oneiric Adventures x2

Dos sueños de recién-recién que no recuerdo con total claridad, salvo en sus detalles más relevantes. Veamos:


I


Paseando por Galerías Pacífico con <somebody>, decidimos bajar por las escaleras mecánicas. Estando en el subsuelo, bajamos aún más y damos con lo que sería una cocina enorme donde todo es calor (mucho), gente que revolotea de acá para allá (demasiada) y platos que pasan, de mano en mano, por encima de nuestras cabezas.
Sí, los chinos -todos altos, todos vestidos de blanco -combinando con las paredes, techos, muebles, artefactos, luces-, todos transpirando- recibían un plato, lo alzaban en alto y se lo pasaban al chino que tenían adelante. El plato iba trazando ese recorrido involuntario hasta llegar a la puerta del ascensor, allí entraba en él y desaparecía.



II

En un lugar medio turbio, charlo con <somebody> apoyada contra la pared mientras miro como caen unas gotas de algo que se asemeja al aceite, desde una grieta del techo hasta el pequeño y viscozo charco que se formó en el suelo.
Un chico de baja estatura se acerca y nos mira, cruzado de brazos. Pronuncia algunas palabras inteligibles y luego arremete contra mí, poniéndome un revolver debajo del labio inferior. Prolifera algunos insultos, todos seguidos, inconexos pero suficientes para que la persona que me acompañe vaya hacia el fondo del lugar a buscar dinero, no sin antes evaluar si el darle una patada podría resultar pero, al ver el gesto grave del señor, se resiste y marcha.

Llega Florencia y con una expresión de espanto marcadísima me pregunta que pasa. Sospechando que la situación ya hablaba bastante por sí misma, le expliqué en líneas generales que estabamos en un asalto, y que acompañe a la otra persona a buscar dinero.
Con el revolver cerca de la boca se me complicaba para hablar aparte de que la posición era incómoda, así que cuando Florencia salió le pedí al ejecutor del crímen -amablemente y con buena predisposición para aceptar si no estaba de acuerdo- si podía no apuntarme, ya que total no osaría irme a ningún lado. Para mi sorpresa, aceptó gustoso.

El resto del tiempo transcurrió sin mayores sobresaltos. El criminal aceptó no robarme nada de mi cartera y, cuando Florencia y el-alguien-más-que-no-recuerdo-quién-es regresaron con el dinero para el rescate, yo estaba sentada en el piso, charlando con el posible asesino en potencia y compartiendo un paquete de oreos, entre risas y anécdotas de cárcel.

Sí, parece que tengo una visión de la vida quite naif.



Nota: Pensé en desglosar el blog. Es decir, crear uno aparte y pasar todas las Oneiric Adventures allá y acá dejar lo demás. Los dejo que opinen.

miércoles, diciembre 3

Ella, Cumbio

Después de haber publicado alguna idiotez sobre los floggers acá, y de haber sido mi tema a tratar en una monografía, no puedo más que comentar, aunque sea muy por encima, el hecho de que Cumbio publique un libro.

No es necesario que yo ahonde en detalles cuando las palabras escritas por ella (y con la ayuda de un ghost writter, claro) sobran:

Conocí, por ejemplo, a muchos chicos que antes me cruzaba todo el tiempo por el barrio y ni me daba cuenta... y ahora vienen a casa a tomar la chocolatada todos los días. Sí, eso es algo que me pone contenta.
Era genial, hacíamos juegos desde las nueve de la mañana, corríamos, íbamos a la pileta. Lo único que odiaba era la comida, porque era muy fea.

El problema no es Cumbio quien, de hecho, es de las pocas floggers a las que escuché hilvanar dos o tres frases coherentes, una tras otra. El problema no es el libro, tampoco. ¿Acaso no están ataviadas las librerías con publicaciones de auto-ayuda -todas iguales-, el libro de Belén Franscese y los plagios de Bucay? El problema tampoco está en la gente que lo lee porque, al fin y al cabo, consumir basura tampoco es directamente su culpa.

En verdad, no sé donde recide el problema, pero si a esto se le agrega el plus de que le ofrecieron una candidatura a Diputada, es evidente que nos enfrentamos a uno de suficiente gravedad para ser aunque sea mencionado así, al pasar.

lunes, diciembre 1

Dos

I

Entro a mi misa de egreso, caminando con una amiga. Al llegar al altar, debemos agacharnos y dejar una rosa en el florero, acción sistemática que todos teníamos que cumplir. Al apoyarla, me pinché la mano con una espina, la saqué apurada y con algún movimiento raro tiré otro florero lleno de agua al piso. Y se me mojó la kicker izquierda.

Pero a él se le ocurren cosas más divertidas en situaciones así, creeme.


II


En el colectivo de regreso, un vendedor ambulante me tiró encima, literalmente, dos bocaditos de no me acuerdo qué marca, que rebotaron contra mi mochila, aterrizando forzosamente en el piso. Yo había contestado 'No, gracias' ante su tentativa de apoyarlos sobre mí, pero no hizo demasiado caso.

La mujer que se sienta a mi lado me dice que a ella le molesta que tire todo así, y que encima que ve que está con el nene (tendría unos cinco, seis años) y le da a él las golosinas, aún cuando ella dice que no. Y es difícil explicarle al nene que no, que no las van a llevar.
Asentí, divertida, por compromiso, y volví la vista al libro.

Sí. Me diste un poco de lástima, mentís muy mal, eso se aprende poco a poco y vos todavía no lo sabés, yo también volví allá abajo, y me enteré por uno de los lípidos.

- Encima así no debe vender nada, arremetió la mujer, ahora un poco más enojada al ver que el vendedor mantenía la misma actitud poco amigable con el resto de los pasajeros. Mirá que tirarte el paquete así y hacertelo levantar, un desubicado.
- Sí. No era Mr. Carisma, eso está claro.

No quería mirarlo porque los ojos de Raúl le hacían daño, le daban ganas de llorar, de tirarse en la cama boca abajo y llorar, sintiéndose tan chiquilin y desarmado frente a ese hombre que le mostraba unos ojos tan desnudos.

-
Y yo, te digo, no entiendo cómo la gente le compra. Es tan bruto, se nota que no tiene ganas de hacer nada y que está de mal humor. No lo puede tirar así, si no lo quiero comprar, no lo compro y listo. ¿Qué me tiene que andar presionando?
- Ahá. No es una buena estrategia de marketing.

riéndose a sollozos agudos y quebrados, con la cara llena de muecas, de lágrimas y de burla.

-
Ahí viene, mirá. No le compraron nada. Y, ¿qué le van a comprar, eh?
- No es para menos.

Ambas le tendemos las manos con los bocaditos. Los toma rápido, como dando un mordisco brusco a un pedazo de carne seca. Se le ve la repulsión en los ojos. Gira sobre sí mismo y esboza bajito, como jugando, un tímido ratas, lo suficientemente fuerte como para que podamos oírlo.

Río, divertida, pero ahora es en serio.

(la imagen apenas antropomórfica, desdeñosamente pintada por Picasso en un cuadro que fue de Apollinaire, figura más que nunca la comedia en su punto de fusión, cuando todo se inmoviliza antes de estallar en el acorde que resolverá la tensión insoportable)

Ya estoy a dos cuadras. Adiós, que le vaya bien. Ella corre la bolsa que tenía apoyada en el suelo y Chau, querida.

lunes, noviembre 24

oneiric adventures

Mariana, Lucrecia, Eva y yo esperabamos en el zaguán del salón. Era el cumpleaños de una chica y -por lo que acusaban nuestros vestidos largos aggiornados con volados, puntillas y detalles en color pastel- la fiesta era de gala y lo suficientemente elegante como para que todas llevemos tacos altísimos mientras que, con dificultad, hacíamos malabares para ocultar las muecas de hastío que manaban a borbotones tras caminar unos cuantos pasos.

La cumpleañera estaba demorada, y a nosotras nos aburría bastante la espera que no se aplacaba a pesar de los mozos que corrían de un lado para el otro ofreciendo canapés y cocktails. Un cambio inesperado hace que la reunión tenga que ser cambiada de lugar de inmediato. Nos avisan que no es nada grave y que los micros y trenes (sí, trenes) llegan en una hora.

Mariana, elocuente, propone cambiarnos los vestidos por ropa mas sport hasta que sea la hora de partir. Todas oponemos algo de resistencia diplomática pero tras cruzar unas miradas cómplices acordamos hacerlo y, aliviadas, nos refugiamos dentro de joggins y zapatillas deportivas.


Al rato, ya todas estabamos acomodadas en nuestros asientos. Florencia, sentada a mi izquierda, observa, sorprendida: "¿Vas a ir al cumpleaños en joggins y zapatillas?", mientras los volados de su vestido beige se sacudían inquietos por la brisa que entraba de las ventanas, abiertas de par en par.
Entonces, nos acordamos: Habíamos dejado los vestidos.

Me levanté y caminé hacia una plataforma intermedia que separaba un micro del otro. Era una noche luminosa pero no se veía ninguna estrella. Un buho que superaba el metro veinte de alto se posó sobre la plataforma, haciéndola temblar. Tenía la cabeza enorme, ojos redondeados y el pelaje marrón salpicado de manchitas claras que parecían haber sido trazadas con un pincel.
De un salto se acercó hacia mí, que dí otro salto pero hacia atrás, intentando evadirlo. Él se quedó quieto, observando. Yo me aventuré a acariciarlo. Y era peludito y esponjoso.


Ladeó la cabeza, luego la echó hacia atrás y se fue por el mismo lugar por donde vino. A esa altura, inmersa en la comodidad de las zapatillas y atónita aún por el búho, ya me había olvidado de lo ridículas que ibamos a quedar todas de jogging entre tantos vestidos de cola.

martes, octubre 28

31/12 (apuntes)

Lina. Café cortado. 1/2 azúcar, té llenísimo, tres colillas de cigarrillos, temas varios, servilletas desparramadas. Él se va y se llama Federico. Decide que lo mejor- (porque en estos tiempos uno no puede encantarse así con un desconocido, menos en un transporte público, menos si nota el asunto de los zapatos, y entonces- pero para eso están los frascos, para evitar el colapso. porque la moral, la moral ahora dicen que no es relativa y, ¡otra vez! uno tiene que evitar exponerse de manera intencional, para algo está la sal, el agua y la glicerina. y no, ¡sería terrible, terrible! hay que aferrrase cuando el barco se sacude más fuerte. nos han hecho creer que es irreversible, uno no puede volver a subir y ¡ay!, las cosas que pasan ahí, no-te-las-podes-imaginar, así que mejor, agarrate y fuerte) Ella agrega varios (varios, creeme) hilos. Doradísimos. Piensa y sabe que no, que no puede aunque quiera. Y, entonces, Rawson 2117, 1930h. Pero ya pasaron las diez.

miércoles, octubre 22

hoy

me levanté pensando que llovía. convencida, bah, de que tenía que estar lloviendo. no cabían otras posibilidades como la de que haya llovido a la noche o se pronostiquen chaparrones aislados para las próximas horas. era un conocimiento dogmático que se rehusaba con fervor a segundas interpretaciones, como si el hecho de la lluvia estuviese sosteniendo un sistema de ideas complejísimo que entraría en crisis al menor cambio, ocasionando un efecto dominó, una debacle en todo lo demás, algo que -quizá- no era tan grave, pero no podía aventurarme a averiguarlo.

pero está todo despejadísimo. tanto que ni ian curtis comentando que two-way mirror in the hall, they like to watch everything you do, transmitters hidden in the walls, so, the know everything you say is true. turn it on, don't turn it on, turn it on me resulta lo suficientemente interesante como para contrarestar la ausencia de nubes.


encima, ya se hizo tarde

martes, octubre 14

canada dry

serás por siempre de imágenes,
las más turbias y vanas me traerás con el gesto
que en la caliente oscuridad del cuarto
era encender los cigarrillos del hartazgo,
ver asomar nuestros desnudos cuerpos flanco a flanco,
las más pequeñas turbias cosas,
una uña lastimada que te dolía tanto, el triste
rito de ir a lavarte y regresar, la servidumbre



miércoles, octubre 1

Conclusiones de los muchachos de hoy

Viernes, 01.45am. Niceto Vega y Godoy Cruz. Llego ya un poco más despavilada después de una siesta de dos horas y dos cafés dobles.
Par
ada del 140. Ya pasan de las dos y no viene pero, como sucede siempre en estos casos, ya pasaron dos 151 y un 168. Tenía que estar allá 02.30, a esta altura ya pierdo toda esperanza de ser puntual así que me resigno y espero.

Como cinco colectivos más tarde, aparece el 140. La gente estaba toda amontonada en los primeros asientos, voy para el fondo y no fue difícil conseguir uno vacío. Atrás mio viajaban dos chicos que tendrían 23-25 años.


Chico I: Las chicas nos están esperando hace 15', ya me mandaron un mensaje

Chico II (Contesta jocoso): Y bueh, mejor las dejamos solas y nos vamos de putas, qué te parece, eh?

Chico I: No, sabes que a mí no me gustan esas cosas. Pagar por sexo no me da. Igual, en algunas situaciones zafa, por ejemplo Rodo, después de la operación que tuvo es mejor que vaya con una puta la primera vez, imaginate si está con otra mina y no puede arrancar. Se va a quedar traumado y no arranca más.

Chico II: Pero igual, vos con tu señora no podes hacer las mismas cosas que con una puta. Ni posiciones raras, ni probar cosas nuevas. No podes rebajarla así. A tu señora la tenes que cuidar, querer, respetar. Tu señora es una reina; la puta, una plebeya.


Ahí las chicas los llamaron otra vez por teléfono. Ellos dijeron estar llegando enseguida, y se bajaron en Viamonte, un toque antes de 9 de Julio. Yo seguí dos cuadras más, y llegué treinta minutos luego de la hora acordada. Me resultó raro esto de que ciertas concepciones que se dicen prehistóricas sigan tan arraigadas en generaciones jóvenes, más cuando todos se jactan de ser liberales y que la igualdad y que blah, blah, blah. El otro día, analizando (") unas redondillas de Sor Juana de la Cruz, una muchacha dijo casi sin querer 'Es que ya no está más eso de que una chica es liviana (parafraseando a Sor Juana) por estar con muchos hombres, total ellos hacen lo mismo'. El curso asintió, y agregó: 'O sea, para mí está bien que pase eso; pero también es cierto que todas vemos mal que una mujer esté con varios, aunque hagamos lo mismo. Bah, pasa así, no sé.' Complicado esto de tomar postura.

Oh, the humanity.




La reproducción es lo más fiel que me salió considerando que pasó hace unos días. El Rodo es un nombre meramente ilustrativo. Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia. O no.

lunes, septiembre 29

Oneiric Adventures

Medianoche en microcentro. Un policía se me acerca e intenta que le pague una coima por algo que no hice. Me rehúso y luego de discutir un rato, acepta su derrota. Le sonrío y voy para el auto.

Me siento y noto que los tacos altísimos me complican bastante esa ardua tarea que llaman manejar, así que me quedo descalza y enciendo el motor. Casi al unísono, recuerdo el pequeño detalle de que lo único que sé manejar son cuatriciclos, pero confío en que esos conocimientos -por más mínimos que sean- me van ayudar un par de cuadras, por lo menos hasta perder de vista al policía.

Antes de darme cuenta, estoy yendo muy rápido por esacallequenomeséelnombre*, donde se asoman varios caminos. Tengo que ir para Quilmes, pero me equivoco y me meto por otro lado. No puedo girar, así que decido remendar mi error dando marcha atrás.

Segundos más tarde, me encuentro envuelta en la vorágine del auto que no cesa de acelerar y ladearse de un lado al otro (todo esto sin dejar la marcha atrás, claro), y descubro no con cierta sorpresa que me persigue un paralítico en silla de ruedas, que me grita a viva voz que frene.




*Tampoco recuerdo los nombres de las calles en estado de vigilia. Lo mismo corre para fechas y nombres de personas/artistas/canciones, entre otras.

viernes, septiembre 26

Oneiric Adventures


No contábamos con demasiado tiempo, había que llegar a la inscripción en menos de dos horas y todavía nadie tenía demasiadas intenciones de irse. Por suerte empezó a llover y, con la ropa mojada y los pies embarrados, ninguno dudó que el partir era inevitable.

El auto, rojo y limpísimo, se rehusaba a arrancar. Mi habilidad como mecánica no sirvió demasiado, menos la de mis acompañantes que estaban en la misma (o peor) situación que yo. Igual no nos preocupó tanto, porque al rato apareció él en un carruaje tirado por dos caballitos color chocolate.

Subimos. Florencia me miraba fijo con esa cara de superación que te dice 'yo-sé-qué-estás-pensando-y-vos-también-lo-sabes-aunque-no-lo-quieras-admitir'. Antes que contestarle, era más fácil esquivarla y mirar por la ventana como se iban deshaciendo las plazas, los locales y la gente que caminaba apurada por esas calles poco transitadas. Sólo que en vez de presentarse como una sucesión de imágenes que se siguen unas a otras, parecía que estaban todas juntas, como girando en un lavarropas y repitiéndose una, dos, tres veces.

No sabíamos si estabamos bien de tiempo, pero no pudimos evitar caer en la tentación de hacer las últimas dos cuadras caminando, total era probable que no volvamos nunca a un lugar como ese y no debíamos perdernos la oportunidad de mirar un poco. El lugar estaba abarrotado de negocios, todos desérticos. Una bombonería nos llamó especialmente la atención. Tenía las letras en dorado y un gorrito azul francia de marinero colgando en la entrada. Un hombre despeinado, con barba grisacea, salió de adentro de ella y nos cerró la puerta, indiferente. Aún así, anotamos la dirección.


Llegamos.

- Esto no se parece ni ahí a la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, no?
- Cierto, igual tampoco teníamos que ir al edificio de Ciencias Sociales

Nos hacemos lugar por una puerta chiquitita. Adentro no había casi nada de luz, ni de gente. El polvo se posaba formando gruesas capas sobre todo lo que estaba a la vista. Al fondo, dos mesas, una luz tenue en el medio y cuatro personas. La de atrás a la derecha es la que nos está esperando. La de adelante a la izquierda, es alguna personalidad reconocida de la televisión, o radio, o algo así, que se pone a charlar jocosamente con Florencia. Cautelosa, me acerco y saludo. La persona de chalequito verde musgo y pantalones caquí me mira extrañada, diciéndome que ese no era el edificio, y que de serlo tampoco serviría de nada ya que no tenía todos los datos necesarios para la inscripción. Ofendida, se voltea rápidamente, empujando un tintero que cae al piso y mancha uno de sus zapatos. Los otros dos que quedaban sentados también se levantan. Algo en el ambiente se siente pesado, denso, húmedo.





Y después sonó el despertador, y son las 06am y tengo que ir al colegio. Tendría que existir algún aparatito que regule esto y no permita soñar cosas con finales abiertos.


jueves, septiembre 11

s.e.b. dice:
chep
viste la de mi avatar?
bueno
esta loca
osea
es muy muy tierna todo re amor,
y de la nada
me tiro una indirecta de indole sexual
osea
me encanta igual
el tema
es que le conto al papa
de mi
y ahora
el señor abogado padre de la muchacha
me quiere conocer
august;ne dice:
que indirecta de indole sexual?
s.e.b. dice:
jaja no te lo pienso decir textualmente
pero osea
tiene campo ella
y como que vaya a pasar un finde
sin el señor abogado obviamente
august;ne dice:
quiero ver hasta que punto era de índole sexual
s.e.b. dice:
capaz es otra
porque los mensajes ya no son como antes
esta como mas... zorra

miércoles, septiembre 10

Ayer mi mamá escuchó en la radio algo de una web donde podías oír poesías recitadas por sus propios autores. Creyó que podría interesarme así que anotó la dirección en su mente y ahí la dejó hasta que volví del colegio y el hacerla permanecer un rato más pasó a depender de mi.

Entré hace un rato y fui directo a ver si había algo de Cortazar (sí, sí, sí, no puedo evitar que me resulte simpática su manera de pronunciar las erres) pero como no encontré demasiado, decidí pasar directa y azarosamente al material en formato texto. [Léase: no quería leer nada en particular, así que clickeé una letra al azar (porque está ordenado alfabéticamente por autor/título del poema) la primera vez, y un poema al azar la segunda. A todo esto, entendemos por azar como 'haciendo sucesivos clicks sin mirar a donde por un tiempo indeterminado']

Y di a parar con la hasta hace unos veinte minutos desconocida Elsa López:

Ha averiguado el nombre que le ha correspondido
y se define ausente, exiliada del sueño,
emigrante, perpleja, desgajada,
sin billete de vuelta.

Se declara sin fuerzas
y pide con vergüenza un poco de ternura.
Que le devuelvan, por favor, el mar.



Entonces me acordé que ayer Leandro había comentado algo sobre mi (in)constante e (in)intencional tendencia al REC, lo simpático del simpático Tzara, el mar, zahir, y otra vez el mar.

martes, septiembre 9

ponele

Supongamos que María tiene muchas ideas apiladas como libros sobre una pelota de golf. Ideas que, en un intento por estabilizarlas, son apoyadas una por una sobre la cabeza de José. Luego se agrega también un vaso descartable casi sin agua, un gato de felpa azul y catorce gramos de cal.

Imaginemos ahora que María descubre con cierta tristeza que todo tiene aún más posibilidades de desmoronarse, y en vez de retirar una a una todas esas cosas que se apilan desprolijas sobre la cabeza de José, lo sacude esperando que se acomoden.

Supongamos que todo cae abruptamente y golpea contra el suelo, estallando en miles de pedazos bien chiquitos (y el todo incluye también varias ideas de José). Imaginemos, entonces, que María ve el desastre que ha hecho y decide remendarlo pero, al intentar agacharse a recoger lo que tiró, descubre que sus brazos y cabeza están a dos pares de millas de sus pies.

domingo, agosto 31

descubrimientos

me paso el día usando hipérboles. ya sea en una charla frente a frente, en el msn, por email, teléfono y cualquier otro medio de comunicación. hasta creo que cuando pienso aparecen (y eso ya es alarmante) pero no puedo evitarlo.
sé que no es algo innato pero se adhirió a mi forma de hablar como si lo fuese. lo más trágico del asunto es que yo como emisora tengo conciencia de mi tendencia a hiperbolear la realidad, a veces sólo porque me agrada, otras para ironizar un poco (esta es la más frecuente), pero los receptores de mis mensajes no siempre están enterados y eso dificulta un tanto la comunicación.
hoy recordé que, en ciertas ocasiones, me daba mucha gracia escuchar a la gente usar hipérboles en charlas cotidianas sin caer en la cuenta cuan exagerado, innecesario, automático y poco pasado por el filtro de sus cerebros era aquello que estaban pronunciando. porque estoy segura de que si se hubiesen puesto aunque sea alguna vez a detenerse a mirar un poco esas frases, no las repetirían tanto. pero no, es sistemático.
cosas como, no sé, 'me muero de ganas de comprar esa campera fucsia', 'te llamé como mil veces y no paraba de dar ocupado' o 'y, la verdad, no me alcanzaría ni todo el tiempo del universo como para terminar lo que tengo que hacer'. claro que los ejemplos distan años luz de distancia de lo que yo debo haber oído como para quedar tan perpleja y sentir la imperiosa necesidad de usarlas todo el tiempo.


también me molesta la gente que cree que para escribir buena poesía basta por desparramar sobre la hoja un par de 'oh'.

martes, agosto 26

señales luminosas

hoy me choqué con la palabra erotomanía. dos veces, en dos libros completamente diferentes. uno sobre la locura, de foucault; el otro era el didáctico, digno-de-varios-premios-novel y maravilloso abzurdah de cielo latini. pf.

el destino me estará queriendo decir algo?

jueves, agosto 7

tout à son juste temps (reloaded)

Al final encontré el jean. Por algún motivo que desconozco, estaba en la casa de mi abuela.
Lo recordaba mucho más bonito y menos gastado, quizá por esa tendencia absurda y humana a idealizar tiempos pasados y creer que antes todo estaba mejor.

Y me hizo acordar mucho a esto:

seb. dice:
eso es un habbanet?
aaa que rico
empalaga
pero antes de comerlo es rico
seb. dice:
es amor y decepción

III

Una pelota amarilla iba del piso a la mano de una muchachita de manera sistemática, hasta que por algún capricho del viento se desvió y terminó rodando por el pasto. Ella, divertida, se acercó a recogerla. Con sorpresa descubrió a la moneda, y pensando que ésta equivalía a 1/5 del valor de un paquete de figuritas, la puso en su mochila haciendo caso omiso a las recomendaciones de su madre sobre las cosas que encontraba en el suelo.

Sin que resulte asombroso a esta altura, la moneda saltó y quedó otra vez sobre el pasto. Un muchacho que sostenía unas hojas papel madera había observado toda la escena y, abordado por una sensación de no-sé-qué, la levantó, repasando delicadamente el contorno con la punta de sus dedos como si se tratase de un jarrón de la dinastía Ming o una cadenita de cristal. ‘Qué injusto eso de querer atarte a la oscuridad de una billetera cuando es tanta la luz que desparramas cuando el sol empieza a palidecer’, pensó.

Efectivamente, a ella tampoco le agradaba permanecer en penumbras por quien sabe cuanto tiempo. Si aceptaba viajar de mano en mano, bolsillo en bolsillo, era porque eso la acercaba a su objetivo. Pero si no la trataban con delicadeza, al terminar el recorrido volvía a ser de la calle, del viento, de nadie o de ella misma. Y es que así lo planteaba el pacto silencioso que establecía con quien la recoja y que nadie se atrevía a romper.

Es que las monedas de diez centavos juran fidelidad sólo a su primer dueño, y si éste las descuida o las pierde a ellas algo les hace click y en un segundo se desintegra su vida útil. Siguen como objeto físico, claro, pero ya no pasan en el colectivo ni las aceptan en el quiosco salvo que ellas lo deseen, aunque casi todas se resignan y abandonan a su destino, sin más, así como también lo hacen quienes las recogen que, en el caso de no perderlas terminan por deshacerse de ellas de manera intencional aunque inconsciente.

En uno de sus tantos recorridos matutinos por la calle Corrientes a bordo de un colectivo pudo leer de un libro de Biología de 7mo grado que las plantas precisaban luz para poder realizar la fotosíntesis y tan sólo con ese dato comenzó a entretejer en su mente la teoría de que, si recibía cantidades adecuadas de oxígeno y luz, lograría ella también evolucionar y convertirse en un flamante billete de 20, 50 o 100$, de esos que la gente cuida con recelo y no dejarían que caigan sobre la vereda y queden allí, al azar del tiempo, como había sucedido con ella y tantas otras unas décadas atrás. Y quizá por eso evadía tanto la oscuridad.

El muchacho permanecía con los ojos cerrados, dibujandole con la yema de sus dedos su relieve, y en medio de la comunión había conseguido entenderlo. Conmovido, intentó explicarle algo sobre la relatividad del valor socialmente aceptado y la relación entre lo opaco, el cobre y el oxígeno. Pero se contuvo.


De todos modos, ambos sabían que su destino corría por la misma senda que su esencia.

lunes, agosto 4

II

Una señora que cargaba unos 65 años viste un vaporoso vestido floreado que se sujeta con dificultad sobre su cuerpo mediante unos botoncitos decolorados. Bolsa de supermercado en mano y boca desprolijamente pintada de un rosa fuerte, toma la cintura con su mano izquierda, agachándose, mientras que en su rostro se dibuja la expresión de quien está realizando un esfuerzo supra humano. ‘Bah, pensé que era de $1’ balbucea, mientras apresa los diez centavos dentro de su monedero marrón. El 34 frena justo en la esquina, y la señora sube recibida por un cálido ‘Marité, vení, aquí hay lugar’ que llegaba desde el fondo. Era Rita, otra de las señoras de boca desprolijamente pintada del barrio, y el corto viaje pasó entre comentarios del clima, precios de productos de la canasta básica y la vecina que se mudó hace poco a donde vivía Clara, la viuda. Como era de esperarse, entre tanta charla interesante no prestó atención a la monedita que terminó acostada sobre el pasto cuando bajó del medio de transporte.

viernes, agosto 1

I

Una bandada de infantes uniformados con relucientes guardapolvos blancos corren para alcanzar el colectivo, atropellando sobre la marcha a una moneda de diez centavos que sólo fue tomada en cuenta por uno de ellos, quien la levantó y proclamó altivo al chofer ‘uno de diez’ mientras la sostenía, orgulloso, en su mano izquierda. Así como la introdujo por la ranura, volvió a salir. Cosas que pasan, pensó mientras ponía otra y guardaba la primera en uno de sus grandes bolsillos. De ahí, fue ir al fondo, sentarse con sus amigos, hacer una revisión del día y saludar a la gente que pasaba en los otros autos. Al descender, la moneda se deslizó suavemente y volvió a chocar contra el asfalto.

tout à son juste temps

Me acabo de percatar que perdí uno de mis jeans preferidos.
Hace más de 8 meses.

I

Una bandada de infantes uniformados de guardapolvo blanco corren para alcanzar el colectivo, atropellando sobre la marcha a una moneda de diez centavos que sólo fue tomada en cuenta por uno de ellos, quien la levantó y proclamó altivo al chofer ‘uno de diez’ mientras la sostenía, orgulloso, en su mano izquierda. Así como la introdujo por la ranura, volvió a salir. Cosas que pasan, pensó mientras ponía otra y guardaba la primera en uno de sus grandes bolsillos. De ahí, fue ir al fondo, sentarse con sus amigos, hacer una revisión del día y saludar a la gente que pasaba en los otros autos. Al descender, la moneda se deslizó suavemente y volvió a chocar contra el asfalto.

jueves, julio 24

Hace un tiempo comenté algo sobre los lemmings, esos animalitos simpáticos que se suicidan en masa como método de autoregulación de la naturaleza (o por accidente como ya está comprobado, pero la primer opción es más bonita), una actitud heróica, prolija y sistemática para preservar el equilibrio de su propio universo. Como un vaivén automático, como mártires sacrificando su vida por la de su especie. Y en cierto punto la gente se maneja -también sistemáticamente y de manera irracional- de un modo parecido, aunque no siempre con éxito inmediato. No lo hacen sacrificándose por una causa noble, sino para aportar a mantener el equilibrio universal, aún sin quererlo. Eso de que siempre que se cierra una puerta, se abre otra.
La clave está en medir a todo aquello que rote por esas puertas giratorias según las propiedades extensivas en primer lugar, e ir viendo muy despacio las intensivas hasta adaptarse.
Así de sencillo. (casi)


Ah, también:

  • Soñé que un colectivero trataba de mala manera a una pareja de ancianos que pedían un boleto de 0,75 ctvs, y yo me acercaba y le discutía alegando que los señores seguramente no sabían que desde el cambio de tarifa el monto del pasaje era de 0,90 o de 1,20, y que eso no le daba derecho a tratarlos así.
  • Escribí una nota para un blog, si quieren ver/leer/debatir, pueden hacerlo clickeando acá. Próximamente se irán publicando algunas cosas más mías ahí, así que los mantengo al tanto (?)
  • No puedo dejar de escuchar Apparat. H es genial. Pero genial, eh.

jueves, julio 10

idiot

A la gente no le da. Y no, no estoy haciendo un descubrimiento digno de un nobel, pero de vez en cuando es bueno que refresquemos estas cosas.

A la gente no le da, pero igual tienen derechos. Derechos que hablan sobre qué pueden hacer consigo mismos, derechos para con las cosas que poseen y derechos para con los demás. Pero éstos no son eternos e inmutables, sino que se desgastan. Es como cuando te ganas un viaje a Córdoba por haber comprado un par de rifas, pero no fuiste a reclamarlo durante un mes, y ya perdió validez. Tendrás tu rifa y todo lo que quieras pero, c'est fini. Y punto.
Lo mismo con la gente: una vez que el derecho expira, ya no están en condiciones de reclamar ninguna de las cosas que anteriormente les eran concedidas por ley. Entonces lo más correcto es aceptarlo y quedarse apoyadito contra el marco de la puerta, sin estorbar el paso.
Si, aún siendo consciente de que se carece del derecho, uno intenta realizar algo que hacía referencia a una de sus cláusulas, debe saber que corre el riesgo de que le estampen en la frente un NO enorme con brillantina y boligoma. Y, en el caso de obtener el tan ansiado Sí, lo mínimo que se espera es una actitud recta y honrosa. Uno no está en la posición de negociar condiciones, mucho menos de imponer su voluntad. Así que si le responden con un 'Dale, bárbaro, pero después de las 23hs porque antes estoy ocupadx', es anti-ético, inmoral, desconsiderado y por sobre todo lo demás IDIOTA que la primera reacción sea la del 'Ahhh, sí? Ok, olvidate. En otro momento será'. Porque el otro momento ahora está a varios años de distancia, porque lo que en momentos en que la ley regía hubiese sido un tímido y sumiso '... O puedo cancelar lo que tengo que hacer' habrá mutado para ese entonces en una risita sarcástica por lo bajo, en un bajarle la tapita al celular y tirarlo arriba de la cama.




Oneiric Adventures

Debe hacer mas o menos un año desde que cada vez que me despierto hago un repaso de lo que soñé la noche anterior, o escribo algunas keywords en lo que tenga a mano para poder ir reconstruyendo el sueño a lo largo del día. Creo que todo empezó cuando aprehendí que paso 1/3 de mi vida en el universo onírico y, debido a mi constante necesidad de racionalizar el tiempo para hacerlo rendir, decidí que ya que no podía dedicar ese tercio de existencia a otra cosa, como mínimo tenía que tener una idea más clara de qué pasaba ahí.
Las keywords que andaban revoloteando por mi cabeza hoy cuando me levanté eran jazz, chocolate, nativa y cintas.

Habitación de madera, no muy alta, húmeda. Envuelto en cintas, aparece un chico más bajo que yo. Apoyado en la débil franja divisoria entre la vida y la muerte, estira los brazos y me mira fijo, hasta que entra en un estado de pseudo-epilepsia y comienza a despedir espuma por la boca y por los ojos. Bizarro, no suelo soñar con cosas así. La escena era espantosa, y recuerdo haberla visto en una película pero, ¿en cual?. Psicosis, pienso y me conformo con esa respuesta aunque sé que era otra pero también sé que no la voy a recordar y que en este momento no es lo que más interesa. Entre la puerta y el piso se acumula un moho verdoso y espeso que respira. Del otro lado, el clima es completamente diferente. Una bañera enorme de mármol color beige, paredes altas, todo reluciente, en apacible calma. Una nativa desarreglada y con el pelo largo hasta los talones aparece arrodillada sobre el piso. Retrocedo dos pasos y me apoyo contra la pared. Me cuenta que para salvar al chico es necesario que yo recuerde toda la situación con lujo de detalles y que nada quede afuera, pero yo siquiera soy consciente de que algo haya pasado. Ella me pide que de media vuelta y mire la bañera. Entonces, el cuarto oscila entre la completa oscuridad y una luz pálida y rojiza. La bañera está llena de chocolate y suena una canción de jazz. Empiezo a recordar qué era eso, las cosas se empiezan a unir, todas esas escenas separadas logran encastrar y tener coherencia. La nativa sonríe y anuncia que tiene que irse. La luz vuelve de golpe, y me despierto.

¿A alguien le sobra un lexotanil?

domingo, junio 22

Le surréalisme au service de la révolution

El cuatro de Junio a las 8 am iniciaba una nueva clase de Estética.

La consigna era simple: Grupos de 3-4 personas. A partir de la oración
Abrió la puerta y la vio, había que comenzar a escribir lo-que-sea durante 3 minutos. Una vez que se cumplía ese lapso, se doblaba la hoja a la mitad dejando a la vista sólo la última oración, y se la pasaba a la persona que estaba a la derecha. A su vez, uno recibía la hoja de quien tenía a la izquierda. Se repite lo mismo dos/tres veces, et voilà.

La idea era que sea una introducción al dadaísmo, lo que descubriríamos al finalizar la clase, pero ya lo sabía de antemano porque es una de mis vanguardias artísticas preferidas. El método no era una invención de mi profesor, sino que data de principios del 1900, cuando Tzara lo resumía en 8 simples pasos.

En fin, a mí me tocó hacerlo con Eugenia y Martín. El primer párrafo es mío, el segundo de Martín, el tercero de Eugenia, y el último también lo escribí yo. Quedó algo así:


Abrió la puerta y la vió, ahí, entre unos diarios viejos que se apilaban dando lugar a una inmensa torre de babel de letras y polvo que parecía estar a punto de caer, más había permanecido en ese estado durante meses. Ella seguía inmóvil, ajena a lo que sucedía a su alrededor e incluso dentro suyo. Siquiera levantó la vista cuando él, al cerrar la puerta de golpe, la despeinó un poco con la manga de su blazer gris. Él retrocedió unos pasos y se dejó desplomar sobre el sillón disimulando

un suspiro, de esos que se dan a la fuga cuando las defensas bajan y uno está cansado de esperar. El reloj pasaba (sic) y nadie aparecía. Llegada las 8 pm (sic), procedí a marcharme. Mis esperanzas de encontrar al amor de mi vida de pronto se desvanecieron. Con los días la olvidé, claro que, no por completo. Algo de su rostro, tal vez su sonrisa no me dejaba olvidar el bello momento que me había hecho sentir, y los

sentimientos no se olvidan. Se sentía muy triste y pensaba en él todo el tiempo. Los recuerdos de sus mejores momentos juntos surgían de entre sus pensamientos y no la dejaban olvidar. Ya no sabía que hacer, trataba de llenar sus pensamientos

concentrándose en su trabajo pero se cansó de él, de los uniformes, de la puntualidad, de su jefe y sus compañeros. Se aturdió de todos ellos, de escuchar el reloj a diario a las 06.45 am y de no oír el teléfono y un 'Parque Tres de Febrero, en media hora. Y abrigate que hace frío, no es tan de noche aún pero está llegando Mayo'. Y era esperar, tiempo, tiempo, esperar. Pero, ¿y qué cuando el tiempo cede y se estira sin llegar? Este y otros pensamientos se aglomeraban en su mente, corrían en círculos chocandose unos con otros, herméticos y no susceptibles de ser cambiados, cuando saltó.
Luego fue el ruido del agua, y unos pájaros que se desdibujaban en el horizonte.


Si llegaron hasta acá, habrán visto que no hay mucha coherencia y entenderán que esto es así porque cada uno escribía un fragmento sin conocer lo anterior.
Lo interesante es que, siendo aproximadamente 7 grupos en el curso, la mayoría de las historias contaban lo mismo. Amor, decepción, llanto, olvido y otros temas cliché, por eso algunos relatos sí resultaban medianamente coherentes, salvando algunos pequeños detalles.

Entonces, ¿Tendremos que asumir que estamos tan ahogados por el condicionamiento y las experiencias personales que a la hora de escribir, habiendo tantos tópicos, se recurre incesantemente a lo mismo? ¿O mejor cabría proponer un planteo pseudo-científico de energías o conexión de pensamientos donde el grupo, sumado a que se conoce desde antes, tiene en su sub-consciente una mínima noción de lo que escribió la persona anterior, y por eso se le puede dar cierta continuidad?

Todo va así, de lo individual a lo colectivo y viceversa, pero a veces los límites entre ambos se borronean, y entonces la línea donde se deja de ser uno con
otros y se pasa a ser un todo indivisible se mimetiza con el camino, y uno va tan apurado que siquiera piensa en detenerse a mirar.

Si está bien o mal, supongo que queda al criterio de cada uno. No es una novedad el tema de las modas, vestirse todos iguales, escuchar la misma música, consumir determinados programas televisivos, etc., y pasar así a pertenecer a un grupo y no a otro. Pero acá siquiera hablamos snobismo o de una ideología, sino de pensamientos, sentimientos (mejor dicho, modos de sentir), si lo quieren llevar a un plano que se supone más interno, individual y por ende, personal.

¿Estamos condenados a vivir las mismas situaciones, con similar intensidad y del mismo modo (si es que todo esto es factible de medirse)? ¿Lo adoptamos y tomamos respuestas o planes pre-fabricados para evitar el tedioso compromiso de idear nuestras propias soluciones?


Sí, me enredé y terminé no diciendo nada, o mejor dicho, diciendo varias cosas pero todas desordenadas, y quedó todo más confuso e incoherente que la historia de a tres. Pero me cuesta congeniar que el arte es la forma más intensa de individualismo que el mundo ha conocido (considerando individualismo como quien actúa de acuerdo a su propio criterio) con que de 30 personas, 25 escriban prácticamente lo mismo. Y, en ese caso, tampoco es tan grave. Lo alarmante es que sucede a gran escala.

viernes, mayo 30

no son casualidades, tan solo repetimos lo mismo una infinidad de veces sin notarlo.

domingo, mayo 18

+ oneiric adventures

Llego apurada y cruzo una puerta de chapa. Un vidrio con dos aberturas separa la quietud y el silencio de los niños que corren en círculos del otro lado. Otros esperan, pacientes y en filas perfectamente formadas, para ingresar. Me sumo a ellos y paso con la próxima tanda, al entrar recojo una pistola a balines. El juego es simple, consiste en trotar bordeando las paredes del cubículo gris, intentando dispararle a la mayor cantidad de gente sin dejar que ellos nos den a nosotros. Es hora de que ingrese la próxima tanda, me hago a un lado y voy dando pasos cortos hacia la esquina, donde una mujer en cuclillas habla con una niña.
- Te estabamos esperando, por fin llegaste
- Qué le pasó?
- Y, no sé, preguntale vos

Ella es médica, yo vendría a ser la asistente. O algo así. La nena extiende el brazo y deja ver unos puntitos rojos que se unen dando lugar a la forma de un apósito, tan definido que parece calcado con tinta china. En el centro del tatuaje, hay un pedacito de papel blanco, de los que vienen con las curitas. Nos cuenta que se raspó cuando estaba jugando, y cuando se puso el apósito éste estaba tan caliente que le penetró la piel. Se lo sacó haciendo tres pliegues prolijos, pero el papelito blanco le quedó pegado.

- Es un caso grave, vas a tener que llevarla al hospital
- Pero no puedo ir manejando, además no soy familiar de ella, no la van a atender
- Vas a ver que sí

Nos subimos al auto las tres al auto. Ya empezaba a anochecer y las calles estaban desiertas. Llegamos al hospital y dejo a la muchachita en la sala de espera mientras voy a dar una vuelta para tomar aire.
En la calle veo arrimarse un auto, del cual bajan cuatro hombres con tapados pesados y largos casi hasta los tobillos. Un gato se asoma entre las ruedas y nos mira fijo. Comienza a caminar con pasos firmes, casi podría decirse que todos sus movimientos estaban premeditados. Se enredaba entre nuestros pies, altivo. Es la maldad, la maldad pura, o eso atinó a decir uno de ellos. Nos miramos entre nosotros, y lo entendemos. Yo y tres de los muchachos lo tomamos de cada una de sus extremidades y el hombre que restaba, el más grande, le dispara. Y se van.
Miro la hora y pienso que debo volver al hospital, pero antes decido pasar por un kiosko. Al llegar descubro que estaba cerrado, y de las rejas que lo resguardaban colgaba un cartel con una frase ilegible. Al asomarme por la ventana descubro a dos personas discutiendo.
Después todo fue quietud, silencio y destrozo. Girones de tela se mezclaban entre maderas astilladas, hojas hechas pedazos hacían las veces de alfombra y una lámpara escupía unos pocos vestigios de luz, lo único que animaba la escena. Palpo la puerta de madera húmeda e hinchada que cede ante el más mínimo roce. Entro a la habitación, desorientada. Se me cae una taza de té azul, blanca y vacía al piso, que estalla en mil pedazos produciendo un ruido mudo. Pero no por eso menos ensordecedor.




domingo, mayo 4

+ click

Hay determinadas situaciones que logran hacer un click en la gente. Click como el click que resulta de presionar un interruptor para que la luz pase de estar apagada a encendida, o viceversa.

Aunque también hay otro click, pero es más un click de vara que se raja y queda ahí, inmóvil, hasta que el primer viento la termine de romper.

A este último se lo puede comparar con el momento cuando se empieza a mover un diente de leche: uno siente la diferencia, sabe que algo va a pasar (de hecho, podría hacer oídos sordos, aunque eso no volvería todo a un estado anterior), pero no puede hacer tabla rasa de una vez y ya y arrancarse el diente ya que hay probabilidades que de este modo todo resulte peor.

Después, cuando ya se está mejor acomodado a ese tedioso punto medio, click, se cayó.

Pero bueno, claro, es ahí cuando se ofrecen historias mágicas de animalitos de laboratorio que forman sus ciudades a partir de los dientes, de los dientes que pertenecían a uno, y a cambio de eso te dan dinero. Dinero que, tal vez, no necesites o no sepas en qué gastar. Dinero que cierra un pacto en el cual nunca te preguntaron si estabas de acuerdo (y de no estarlo, no recibirás la recompensa económica, pero el diente se va igual)

Y entonces, uno se tiene que acostumbrar. Y a la larga se acostumbra. Como todo.

Volvamos al principio: Ya sea click terminante o click con delay (lo podemos llamar punto de inflexión o insight, si les queda mas cómodo), se asume que cambió la gestalt. Y, si decimos que este cambio es irreversible, también podemos agregar que el click con delay no es precisamente el mejor. Pero a veces cuesta negarse a retrasar algo que ya es inevitable.



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sábado, abril 26

+ de preguntas y demás.

Hay gente que tiene la grave tendencia de hacer preguntas cuya respuesta conoce de ante mano y no le satisface. Después de preguntar, cuando les responden lo que ya sabían que les iban a decir, piensan ‘¿Para qué lo pregunté?’ pero, claro, ya es tarde. Y aunque el tiempo volviese atrás, y aún sabiendo el desenlace, algunos lo volverían a preguntar.

Sí, vamos, estoy generalizando porque sé que no estoy sola en esto. Debe ser una conducta en parte inherente a un porcentaje X (siempre y cuando X > 43%) de la humanidad. Igual, digamos que el tema de las preguntas es bastante amplio y daría para rato, sólo que ahora no tengo muchas ganas de explayarme.

Primero pensaba que era todo por un mecanismo de defensa, algo relacionado con una negación medio desdibujada al estilo 'Sé como son las cosas, pero se me ocurre que si materializo mi pensamiento en una pregunta puedo lograr que la respuesta sea diferente' pero luego lo descarté ya que no tendría sentido. También supuse que uno tal vez no tenía una certeza absoluta, lo cual en algunos casos es falso también, así que terminé por deducir que lo que más se le acerca es una tendencia auto-destructiva-masoquista de esas leves, así como flagelarse mordiéndose las uñas, sacándose una cascarita o cosas así. Leves.

Aunque quizá todo se resuma en que uno, después de todo, prefiere ser consciente.


martes, abril 22

Oneiric Adventures & +

Viajaba en el 159, estaba pasando por Dock Sud cuando en una parada sube Aníbal Ibarra a hacer campaña política alegando que él tenía la solución para erradicar el humo. Por algún motivo, entre enojada y efusiva, le pido que se retire del colectivo inmediatamente.

Ahí me despierto y siento calor en la nuca. Dos segundos después noto que me cuesta respirar, pasan otros veinte segundos y la situación va de mal en peor (sólo que ahora se le suma un ataque de tos). Viendo que respirar y permanecer acostada eran dos cosas irreconcilliables, me levanté con la esperanza de modificar un poco el panorama, pero no funcionó. Se levantó mi madre y como no encontramos el nebulizador, me puso a respirar vapor al estilo tradicional que, digamos, no ayudó demasiado. Ante su insistencia, y teniendo en cuenta que no me sentía bien, accedí a ponerme el uniforme y 12$ de remis más tarde ya estaba sentada en la guardia de un sanatorio, no sin haber luchado antes con el muchacho que atendía en la recepción ya que su capacidad mental no aseguraba la eficiencia al ingresar una serie de números en orden en la computadora, ni tampoco que notase que no los estaba ingresando bien.

Entre las explicaciones de mi madre de que estaba sobre-exigiendome con el estudio y demás blah blah blah, la médica diagnosticó un ataque espasmódico bronquial de origen nervioso. Recomendaciones: 'Si te vuelve a pasar, nebulizate con -no-recuerdo-que-pero-no,-no-es-solución-fisiológica, y bajá un cambio' Tomo otro remis enfrente y me cobró 6$. Ya a las 06am estaba desayunando, esperando la hora de ir al colegio. Pensé en llamar a la primer agencia de remis y hacer valer mis derechos de consumidora de servicios pero a esa altura estaba más dormida que cuando recién me había despertado como para levantar el teléfono e intercambiar opiniones con una persona que seguramente tendría menos ganas de hablar que yo.

domingo, abril 13

Gloomy Sunday, la canción del suicidio

Así se titula la canción del compositor húngaro, Rezső Seress, cuya letra fue escrita por otro húngaro, Lázló Jávor. Desde 1933 (año de su creación) hasta la actualidad, ha sido interpretada y modificada en varias ocasiones por diversos cantantes, entre ellos Björk, así como también prohibida en diversos países.

Sí, mas allá de que suene absurdo, prohibieron la canción por encontrarla relacionada con suicidios (cómo? la gente que se suicidaba dejaba notas haciendo referencia a ellas, o cosas por el estilo), de hecho, hasta Seress se suicidó. Según se rumorea, él escribió la canción basándose en una nota que apareció posada sobre su puerta el día que su novia lo abandono, y acusaba un simple 'Domingo triste'. Obviando este último detalle, podríamos decir que fue algo similar a lo que sucedió con Werther, de Goethe.

El tema tuvo tanta repercusión, que se vieron obligados a agregar una estrofa que acusa un simpático y optimista: Dreaming, I was only dreaming, I wake and I find you asleep in the deep of my heart here. Darling I hope that my dream never haunted you, my heart is telling you how much I wanted you, Gloomy sunday. Grave error. Gravísimo. Primero, porque es obvio que nadie va a decidir suicidarse por la letra de una canción. Ok, sí, quizá ésta puede ser el detonante, pero nunca el motivo real. Y el hecho de que se haya puesto de moda darle fin a la vida argumentando que se encontró el empujón final en Gloomy Sunday (o en Werther) no debería darnos a entender que la canción tiene un mensaje subliminal que obliga a la gente a tomar conductas que no condicen con lo que verdaderamente desean hacer, sino que la sociedad tiende a seguir modas incluso en lo que respecta al suicidio (según algunos sociólogos, no sólo en relación al modo de suicidarse, sino al suicidio en sí, como acto en masa). Entonces, nada avala a modificar una canción tan bella.

Hay una película bastante interesante que gira en torno a esta canción, La Caja Kovak, dirigida por Monzón. Básicamente, es la historia de un escritor que va a dar una conferencia a una isla, y su novia se suicida tirándose por el balcón (como hizo, en teoría, Seress). Allí conoce a otra muchacha a la cual también la abordó la idea del suicidio, aunque ella asegura que jamás tuvo esa idea, y, claro, pudo escapar de él. En fin, trata esta leyenda urbana de suicidios dandole a la canción un tinte místico, mágico, como una fuerza omnipotente que empuja a la gente a actuar contra su voluntad, una vuelta de tuerca para desligar a las personas de las consecuencias de sus acciones, refugiándose en algo que escapa a su conciencia. (Sí, de todos modos la película es bastante buena)

La idea de este posteo no era que quede todo en simples datos anecdóticos aunque en verdad aún habiendo llegado hasta este punto desconozco la idea del posteo. Sé que pensé en escribir al respecto porque me habían comentado que encontraron muerto en una de las mayores estaciones de trenes londinenses a un conductor de programas infantiles de Inglaterra, y me surgió la idea del suicido ya que su pareja había muerto tres meses atrás de una sobredosis, ehm, accidental. Y desde ahí fue Goethe, ventanitas titilando en naranja, Werther, sacapuntas, un té de canela, Durkheim, notar que se me está terminando el cuadernito, lemmings, disociar, una frase de Bernard Shaw, Lázló, una melodía triste de Björk, un domingo más domingo que lo usual.