viernes, septiembre 26

Oneiric Adventures


No contábamos con demasiado tiempo, había que llegar a la inscripción en menos de dos horas y todavía nadie tenía demasiadas intenciones de irse. Por suerte empezó a llover y, con la ropa mojada y los pies embarrados, ninguno dudó que el partir era inevitable.

El auto, rojo y limpísimo, se rehusaba a arrancar. Mi habilidad como mecánica no sirvió demasiado, menos la de mis acompañantes que estaban en la misma (o peor) situación que yo. Igual no nos preocupó tanto, porque al rato apareció él en un carruaje tirado por dos caballitos color chocolate.

Subimos. Florencia me miraba fijo con esa cara de superación que te dice 'yo-sé-qué-estás-pensando-y-vos-también-lo-sabes-aunque-no-lo-quieras-admitir'. Antes que contestarle, era más fácil esquivarla y mirar por la ventana como se iban deshaciendo las plazas, los locales y la gente que caminaba apurada por esas calles poco transitadas. Sólo que en vez de presentarse como una sucesión de imágenes que se siguen unas a otras, parecía que estaban todas juntas, como girando en un lavarropas y repitiéndose una, dos, tres veces.

No sabíamos si estabamos bien de tiempo, pero no pudimos evitar caer en la tentación de hacer las últimas dos cuadras caminando, total era probable que no volvamos nunca a un lugar como ese y no debíamos perdernos la oportunidad de mirar un poco. El lugar estaba abarrotado de negocios, todos desérticos. Una bombonería nos llamó especialmente la atención. Tenía las letras en dorado y un gorrito azul francia de marinero colgando en la entrada. Un hombre despeinado, con barba grisacea, salió de adentro de ella y nos cerró la puerta, indiferente. Aún así, anotamos la dirección.


Llegamos.

- Esto no se parece ni ahí a la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, no?
- Cierto, igual tampoco teníamos que ir al edificio de Ciencias Sociales

Nos hacemos lugar por una puerta chiquitita. Adentro no había casi nada de luz, ni de gente. El polvo se posaba formando gruesas capas sobre todo lo que estaba a la vista. Al fondo, dos mesas, una luz tenue en el medio y cuatro personas. La de atrás a la derecha es la que nos está esperando. La de adelante a la izquierda, es alguna personalidad reconocida de la televisión, o radio, o algo así, que se pone a charlar jocosamente con Florencia. Cautelosa, me acerco y saludo. La persona de chalequito verde musgo y pantalones caquí me mira extrañada, diciéndome que ese no era el edificio, y que de serlo tampoco serviría de nada ya que no tenía todos los datos necesarios para la inscripción. Ofendida, se voltea rápidamente, empujando un tintero que cae al piso y mancha uno de sus zapatos. Los otros dos que quedaban sentados también se levantan. Algo en el ambiente se siente pesado, denso, húmedo.





Y después sonó el despertador, y son las 06am y tengo que ir al colegio. Tendría que existir algún aparatito que regule esto y no permita soñar cosas con finales abiertos.


1 notas al margen.:

Jimpa dijo...

yo no me acuerdo de los sueños. creo que lo que vos tenés ya es un poder especial :P