jueves, diciembre 18

De mi primer entrevista laboral y sus mínimos altercados

La pareja de mi madre me anuncia por teléfono de la grata (o no tan-) noticia, abro un doc de notepad y escribo

Florida 160
Gal. Guemes
Marilina 6 Dedos
11am

Cierro y guardo sin prestar atención, hablo con Leandro, leo, preparo la ropa, duermo, me despierto, me ducho y salgo de casa, tres horas antes de lo que planeaba, para poder hacer unos trámites y luego presentarme a las 11, puntual.

Para las 9.58 ya tenía mis asuntos terminados, así que con Leandro decidimos el tomar 140 hasta Florida. Lo vemos pasar y nos apuramos hasta llegar a la parada, para descubrir a un paso -literalmente, a un paso- de subir, que es el que va para Palermo y no para el Correo.

Así que entonces hacemos subte de Fmed hasta 9 de Julio y de ahí a Florida. Al emerger de ese mundo subterráneo descubrimos con agrado que aún contamos con 30 minutos libres.

Pasamos por un Open 25hs. Recordé los sabios consejos de alguien, y mi posesión de la tarjeta Monedero. Leandro se compró una Glaciar y yo un agua tónica. Le extiendo al empleado la tarjeta mientras Leand se jacta de la superioridad de su agua -que tiene más sodio y un sabor diferente, y que no-puede-en-ten-der como hay personas que piensen que es toda igual-, el empleado se acerca y me mira dubitativo. Le respondo la mirada, y espero.

- Pensé que era la tarjeta monedero - Dice, confundido, mientras me la devuelve. La tomo entre mis manos y lo miro a Leand, que esboza una sonrisa detrás de su sorbete.

Era mi carnet de Swiss Medical.


Solucioné con velocidad el altercado dándole la tarjeta correspondiente y, después de que Leandro se ría por horas, años, lustros tal vez de mí (y yo también), le eché en cara que en vez de pagar 2,50$ pagué 1,80$, y que ese cambio era excepcionalmente valioso, aunque ni él ni yo creamos que eso era así. Y nos reímos de vuelta.

Ya eran y media.

- ¿A qué hora subo?
- No sé, para mí con que vayas tipo 10.50 está re bien. Es mejor a que llegues tarde.
- Sí, tenés razón. Y, ¿qué le digo? "Buenas tardes, estoy buscando a Merlina Seis Pies" Me pasaron el apellido ayer a la tarde por teléfono y ahora no recuerdo con certeza que sea así.
- No, decile buen día que todavía es temprano. Y llamala por el nombre, no es necesario ser tan formal.
- Ay, pero a mí eso me resulta más correcto. Igual ahora lo llamo a Gustavo para que confirme.

...

- ¿Y? ¿Qué te dijo?
- Era Seisdedos, todo junto y dedos, no pies. Soy una tarada, lo peor es que lo anoté en algún lado y creo que lo anoté bien.

Busqué el papel naranja y, efectivamente, decía 6 dedos, con número y separado. Pero también acusaba un Marilina, y no un Merlina. Leandro me estuvo confundiendo los nombres que no terminaba de aprender hasta que se hizo la hora. Me acompañó hasta la escalera y se quedó ahí hasta que me perdí con el ascensor que subió hasta el 1er piso.

- Buenos días
- Buen día, vengo para la entrevista laboral
- ¿Con María Cristina? - Agregó, interrumpiéndome

Atónita, contesté que sí. E inmediatamente después le envié a mi fiel compañero un mensaje de texto que anunciaba 'Se llama María Cristina!!!!' al cual respondió con un profundo y sentido 'Oh, God.'


Entre otras cosas, ayer también

- Me lastimé ambos talones, mucho
- Se me salió la suela de un zapato
- Usé ocho curitas, y no bajó el dolor
- Tardé 15min en pedir un turno por telefono. El teléfono estaba en la misma clínica
- Caminé 20 cuadras con los pies que pedían a gritos una tregua, bajo el rayo fatal de Febo

Pero lo principal de todo este asunto es que a mí el libro de restaurants que nos ganamos con Leandro (Edición 2004, de una utilidad que asombra, como verán) vino con el mini-librito (justamente, un mini-librito con nombres, direcciones y teléfonos de los restó) que era lo único productivo que tenía, y a él no.



El universo, lentamente, comienza a re-alinearse a mi favor.

viernes, diciembre 5

Oneiric Adventures x2

Dos sueños de recién-recién que no recuerdo con total claridad, salvo en sus detalles más relevantes. Veamos:


I


Paseando por Galerías Pacífico con <somebody>, decidimos bajar por las escaleras mecánicas. Estando en el subsuelo, bajamos aún más y damos con lo que sería una cocina enorme donde todo es calor (mucho), gente que revolotea de acá para allá (demasiada) y platos que pasan, de mano en mano, por encima de nuestras cabezas.
Sí, los chinos -todos altos, todos vestidos de blanco -combinando con las paredes, techos, muebles, artefactos, luces-, todos transpirando- recibían un plato, lo alzaban en alto y se lo pasaban al chino que tenían adelante. El plato iba trazando ese recorrido involuntario hasta llegar a la puerta del ascensor, allí entraba en él y desaparecía.



II

En un lugar medio turbio, charlo con <somebody> apoyada contra la pared mientras miro como caen unas gotas de algo que se asemeja al aceite, desde una grieta del techo hasta el pequeño y viscozo charco que se formó en el suelo.
Un chico de baja estatura se acerca y nos mira, cruzado de brazos. Pronuncia algunas palabras inteligibles y luego arremete contra mí, poniéndome un revolver debajo del labio inferior. Prolifera algunos insultos, todos seguidos, inconexos pero suficientes para que la persona que me acompañe vaya hacia el fondo del lugar a buscar dinero, no sin antes evaluar si el darle una patada podría resultar pero, al ver el gesto grave del señor, se resiste y marcha.

Llega Florencia y con una expresión de espanto marcadísima me pregunta que pasa. Sospechando que la situación ya hablaba bastante por sí misma, le expliqué en líneas generales que estabamos en un asalto, y que acompañe a la otra persona a buscar dinero.
Con el revolver cerca de la boca se me complicaba para hablar aparte de que la posición era incómoda, así que cuando Florencia salió le pedí al ejecutor del crímen -amablemente y con buena predisposición para aceptar si no estaba de acuerdo- si podía no apuntarme, ya que total no osaría irme a ningún lado. Para mi sorpresa, aceptó gustoso.

El resto del tiempo transcurrió sin mayores sobresaltos. El criminal aceptó no robarme nada de mi cartera y, cuando Florencia y el-alguien-más-que-no-recuerdo-quién-es regresaron con el dinero para el rescate, yo estaba sentada en el piso, charlando con el posible asesino en potencia y compartiendo un paquete de oreos, entre risas y anécdotas de cárcel.

Sí, parece que tengo una visión de la vida quite naif.



Nota: Pensé en desglosar el blog. Es decir, crear uno aparte y pasar todas las Oneiric Adventures allá y acá dejar lo demás. Los dejo que opinen.

miércoles, diciembre 3

Ella, Cumbio

Después de haber publicado alguna idiotez sobre los floggers acá, y de haber sido mi tema a tratar en una monografía, no puedo más que comentar, aunque sea muy por encima, el hecho de que Cumbio publique un libro.

No es necesario que yo ahonde en detalles cuando las palabras escritas por ella (y con la ayuda de un ghost writter, claro) sobran:

Conocí, por ejemplo, a muchos chicos que antes me cruzaba todo el tiempo por el barrio y ni me daba cuenta... y ahora vienen a casa a tomar la chocolatada todos los días. Sí, eso es algo que me pone contenta.
Era genial, hacíamos juegos desde las nueve de la mañana, corríamos, íbamos a la pileta. Lo único que odiaba era la comida, porque era muy fea.

El problema no es Cumbio quien, de hecho, es de las pocas floggers a las que escuché hilvanar dos o tres frases coherentes, una tras otra. El problema no es el libro, tampoco. ¿Acaso no están ataviadas las librerías con publicaciones de auto-ayuda -todas iguales-, el libro de Belén Franscese y los plagios de Bucay? El problema tampoco está en la gente que lo lee porque, al fin y al cabo, consumir basura tampoco es directamente su culpa.

En verdad, no sé donde recide el problema, pero si a esto se le agrega el plus de que le ofrecieron una candidatura a Diputada, es evidente que nos enfrentamos a uno de suficiente gravedad para ser aunque sea mencionado así, al pasar.

lunes, diciembre 1

Dos

I

Entro a mi misa de egreso, caminando con una amiga. Al llegar al altar, debemos agacharnos y dejar una rosa en el florero, acción sistemática que todos teníamos que cumplir. Al apoyarla, me pinché la mano con una espina, la saqué apurada y con algún movimiento raro tiré otro florero lleno de agua al piso. Y se me mojó la kicker izquierda.

Pero a él se le ocurren cosas más divertidas en situaciones así, creeme.


II


En el colectivo de regreso, un vendedor ambulante me tiró encima, literalmente, dos bocaditos de no me acuerdo qué marca, que rebotaron contra mi mochila, aterrizando forzosamente en el piso. Yo había contestado 'No, gracias' ante su tentativa de apoyarlos sobre mí, pero no hizo demasiado caso.

La mujer que se sienta a mi lado me dice que a ella le molesta que tire todo así, y que encima que ve que está con el nene (tendría unos cinco, seis años) y le da a él las golosinas, aún cuando ella dice que no. Y es difícil explicarle al nene que no, que no las van a llevar.
Asentí, divertida, por compromiso, y volví la vista al libro.

Sí. Me diste un poco de lástima, mentís muy mal, eso se aprende poco a poco y vos todavía no lo sabés, yo también volví allá abajo, y me enteré por uno de los lípidos.

- Encima así no debe vender nada, arremetió la mujer, ahora un poco más enojada al ver que el vendedor mantenía la misma actitud poco amigable con el resto de los pasajeros. Mirá que tirarte el paquete así y hacertelo levantar, un desubicado.
- Sí. No era Mr. Carisma, eso está claro.

No quería mirarlo porque los ojos de Raúl le hacían daño, le daban ganas de llorar, de tirarse en la cama boca abajo y llorar, sintiéndose tan chiquilin y desarmado frente a ese hombre que le mostraba unos ojos tan desnudos.

-
Y yo, te digo, no entiendo cómo la gente le compra. Es tan bruto, se nota que no tiene ganas de hacer nada y que está de mal humor. No lo puede tirar así, si no lo quiero comprar, no lo compro y listo. ¿Qué me tiene que andar presionando?
- Ahá. No es una buena estrategia de marketing.

riéndose a sollozos agudos y quebrados, con la cara llena de muecas, de lágrimas y de burla.

-
Ahí viene, mirá. No le compraron nada. Y, ¿qué le van a comprar, eh?
- No es para menos.

Ambas le tendemos las manos con los bocaditos. Los toma rápido, como dando un mordisco brusco a un pedazo de carne seca. Se le ve la repulsión en los ojos. Gira sobre sí mismo y esboza bajito, como jugando, un tímido ratas, lo suficientemente fuerte como para que podamos oírlo.

Río, divertida, pero ahora es en serio.

(la imagen apenas antropomórfica, desdeñosamente pintada por Picasso en un cuadro que fue de Apollinaire, figura más que nunca la comedia en su punto de fusión, cuando todo se inmoviliza antes de estallar en el acorde que resolverá la tensión insoportable)

Ya estoy a dos cuadras. Adiós, que le vaya bien. Ella corre la bolsa que tenía apoyada en el suelo y Chau, querida.