jueves, marzo 20

Cayó directo sobre su ojo izquierdo. De unos siete milímetros, negrísima y con las puntas redondeadas, ella lo obligó a cerrar el libro de golpe y ahogar un suspiro. Los ojos le ardían. Primero, los frotó con una mano, luego abrió uno y sopló hacia arriba con todas sus fuerzas. Era inútil. Invasiva y provocadora, parecía burlarse por sus intentos vanos de deshacerse de ella con esos métodos rudimentarios. Le dolía fijar la vista en un punto, mirar a los costados era imposible, y se preguntaba por qué, por qué a él y no a otro, por qué ahora, justo cuando había dejado de usar anteojos y evitaba pasar por ahí, donde una vez le habían ardido tanto que se le cruzó la idea de seguir el ejemplo de Edipo, pero no, porque faltaba tanto por ver aún, y, claro, ocho gotas de epinastina cada ocho horas por unas semanas, anteojos, controles periódicos y asunto solucionado. Entonces, ¿por qué ahora? Todo se le presentaba absurdo e inútil, comenzó a reír por lo bajo, echando dióxido de carbono en exhalaciones cortas y espaciadas. Los ojos ya inyectados en sangre y vidriosos desdibujaban los contornos, y a mayor deformación, más ganas tenía de ver todo tal cual era, o no ver, lo que sea salvo ese odioso punto medio. Se abrazó a sus rodillas y no supo precisar cuando se quedó dormido. No debe haber sido mucho tiempo ya que al despertar la luna seguía inmutable. Su camisa a cuadros estaba empapada en sudor, y algunos vestigios de lágrimas se traducían en pequeñas manchas opacas dibujadas en su cuello. No cambió de postura, ni mostró interés en mirar al espejo. Ahora, como siempre, ya no la sentía. Aunque sabía que aún estaba allí.

3 notas al margen.:

L* dijo...

Sos muy descriptiva, tenemos una manera parecida de escribir, aunque mi manera varía de acuerdo al mensaje que quiero dar...

*L

Fran dijo...

aja! misterio...............

Félix dijo...

Muy bueno, me gusta el buen uso de adjetivos, y vos hiciste uso de ello.

Y me hiciste acordar a otro cuento.