lunes, julio 26

3/5

en cuatro y en ocho y en teoría.
(a un lugar con pequeños ríos
y a otro con un río enorme)
por cierto, me tengo que acordar de comprar dvds vírgenes.

tres de cinco, entonces:

Desde que mi tío se enfermó, de noche, Marisa duerme en el living para no inquietarse con los balbuceos que se escapan de la garganta estriada o de una rodilla que hace ruido a vidrio roto. Me entretengo en separar el tiempo entre sonido y sonido, las vueltas que da sobre las sábanas húmedas. Es, al menos, más entretenido que revisar las vigas del techo que sé de memoria y no suelen presentar muchos cambios de la noche a la mañana. Sus palabras –las pocas inteligibles- sí, a veces habla de un columpio colorado, de cuerpos cubiertos con cubiletes, otras culpa al cristal de unos ojos por haberlo fijado en un anillo, en una cama, en un plazo fijo a veinte años para comprar una casa y al final no, y se dice enviado, recibido, toldo de carpa de ciudad balnearia en las últimas del verano, a medio desatar, flameando a veces con furia, con resignación o inercia las más.

Por la mañana, los sábados, tenemos nuestro momento en familia. Marisa se sienta sobre la cómoda y lee el horóscopo de la semana anterior en voz alta, empieza por Géminis, Libra, Sagitario o cualquier otro, avanza por los once restantes en orden caprichoso. Dora me acerca una palangana con agua tibia, una esponja vegetal, jabón blanco, la toalla en mejor estado de la casa que tiene dos agujeros y siempre se despeluza algo. Abre las cortinas, el polvo se mezcla con la claridad todavía borrosa del día, queda ahí, mirando las macetas con tierra, haciendo rodar las cuencas de un rosario entre los dedos. Mi tío abre los ojos con pesadez, lo inclino para quitarle el camisón amarillento, cambio las sábanas de la almohada y lo dejo reclinado contra el respaldo.

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