viernes, julio 16

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En el último bostezo de las cortinas de los almacenes las mujeres coinciden en un radio de tres cuadras, con sus caras de dormidas y quejas guardadas en el monedero, listas para saltar a cualquier oído al mínimo roce. Marisa se suma a la peregrinación y vuelve con bolsas llenas de yogur de frutilla, algunas frutas, cigarrillos y pollo, los miércoles y jueves, los fines de semana no sale, los lunes y martes trae leche en polvo, pescados, vino y jabón blanco, los viernes nos sorprende con mil maravillas porque compra en el supermercado real, los viernes Dora anticipa el shock y apenas oye el ruido de las llaves se desliza a la cocina.


Yo me siento en el banquito con los pies descalzos y me dejo mecer por la bruma del agua que hierve y gime, se deshace en pequeños espectritos que se pegan al vidrio como vigilando que Marisa no regrese todavía. Dora lleva el recipiente con un repasador, los limones que rayó dentro desprenden otra estela que me marea pero la sigo aunque casi siempre caigo desmayado en el descanso de la escalera, cuando me despierto siquiera necesito voltear la cabeza para observar por debajo de la puerta cómo escurre un trapo con paciencia maternal y la coloca sobre la frente de mi tío entre canciones de cuna.

Le hace mover la lengua como un puente levadizo y coloca el termómetro, cuenta hasta siete, lo saca aterrada, qué horror, qué horror hijo mío, dice mientras se lleva teatralmente el dorso de la mano sobre la frente de papiro. Él con el último estertor de su fuerza toma a las venas violetas que sobresalen de la muñeca y mide la temperatura ahora con los dedos, con paciencia. Pero, intento tras intento, no quedan conformes y ella sigue aterrada escupiendo quejidos, ahora mi tío tiene que usar los suyos pero en otro lado porque la boca ya no sirve, primero tantea con cuidado pero después se apura, como si supiese que en cuestión de segundos se va a escuchar el tintineo de la alarma del auto, para ese entonces Dora ya está barriendo con la escoba el polvo del living y justificando con el agitamiento las mejillas rosadas como uvas.

1 notas al margen.:

Jimpa dijo...

acá cruzando el charco ponemos el termómetro abajo del brazo