sábado, noviembre 14

sábado

soñé que estaba sentada con lucrecia alrededor de una mesa circular, en la casa de leandro. él iba y venía, la tele encendida desparramaba voces que no tenían ni un poco de nuestra atención. leandro se acerca con un mantel en la mano, para que pueda extenderlo sobre la mesa sin chocarse con ningún estorbo, corro la silla para atrás y me despierto.

son las 5.27am, me había acostado sobre el acolchado porque tenía calor. ahora está algo más fresco y el cielo un poco rosa. me parece bastante estúpido. pienso en que no pude encontrar eso otro de 'me resulto bastante simpático'. es temprano y es molesto. tomo los cuentos completos de onetti, abro una página al azar.


la mucama golpeó la puerta y él vio colgar el sobre de las tablillas de la persiana, comenzó a percibir cómo destilaba en la penumbra, en el aire sucio, su condición nociva, su vibrátil amenaza. lo estuvo mirando desde la cama como a un insecto, como a un animal venenoso que se aplastara ala espera del descuido, del error propicio.
en la tercera fotografía ella estaba sola, empujando con su blancura las sombras de una habitación mal iluminada, con la cabeza dolorosamente echada hacia atrás, hacia la cámara, cubiertos a medias los hombros por el negro pelo suelto, robusta y cuadrúpera. tan inconfundible ahora como si se hubiera hecho fotografía en cualquier estudio y hubiera posado con la más tierna, significativa y oblicua de sus sonrisas.

tuve que volver al principio y releerlo de nuevo. así, lo mismo con otros dos. después conté números rojos y me quedé dormida antes de llegar a sesenta, pero ya habían pasado de largo las 6.20am. entonces fue de nuevo, ahora el cumpleaños de eva o de mariana, la reunión en una casa en otra provincia, todos se van a algún sitio y yo debo quedarme y lo hago gustosa.

cuando abro la puerta -por algún motivo que desconozco- está sentada del lado de afuera una chica con el pelo lacio y los ojos grandes. nos miramos desafiantes, o asustadas. y tenemos una conversación algo incoherente porque uno no puede escrutarse tanto tiempo sin decir nada, y la charla estúpida giró sobre esto. yo le decía que no tenía derecho a mirarme tan fijo porque era incómodo, menos estando sentada en la puerta de la casa de una persona a quien ella no conoce y por favor retirate. pero en frente el hospital alcanza a decir o cualquier otra cosa y me aburro y en una toma de posición netamente maleducada le cierro la puerta adelante de los ojos innecesariamente grandes.

volví a entrar y ahora en una habitación que era parecida a la mia pero que no era había un señor viejo con cara de imbécil y las mejillas coloradas de sol o de cerveza. le digo que se vaya, y lo empujo en la espalda con mis manos. claro, cuando duermo tampoco tengo fuerza. no resulta.

aparece mi abuela y le pregunto quién es. me dice que viene a buscar algo. señor, qué busca, váyase, salga de mi habitación, qué busca, y nada, era tedioso que siga caminando, cuando intentó abrir el placard lo empuje de nuevo y ahora al menos se dignó a contestarme que estaba buscando una carta documento. no sabía a qué se refería pero con mi mayor tono de neutralidad afirmé que jamás la podría conseguir.

o se aburrió o la encontró y se fue, el tema es que llegaron todos para el cumpleaños y las mujeres debíamos aprontarnos pues finalmente salíamos. mientras todas se maquillaban y peinaban no pude evitar ir al patio. había tres hamacas, tres personas, dos afuera. era simétrico, casi no había estrellas, no llevaba zapatos, el pasto estaba fresco, mi mamá golpea la puerta y me avisa que ya es hora, si vamos a ir al centro, y me acuerdo de que, claro, hoy es sábado y entonces nada.

al menos está nublado.

1 notas al margen.:

Félix dijo...

No me gustan los cumpleaños ni los días nublados.

¿Qué aporta a esta entrada? Nada, es sólo un comentario sin sentido, como los sueños.