miércoles, enero 27

atiborrándome de leandro

Leandro onírico-textual:

Fue terrible, cuasi-trágico, y es que nadie lo percibía, todos lo sospechaban, mejor dicho, lo temían. Así fue como sucedió: estábamos en el inseguro balcón haciendo sonar con nuestras poco afinadas voces las canciones con relación a dios. Entonces Agustina vació su cartera llena de sobres de mostaza del fast-food de Rivadavia. Ni lo pensé, lo decidí. Me paré, actuando, y canté: 'Si tuviera fé, si tuviera fé, como un granito de mostaza (¡así de chiquitito!), eso dice el Señor, yo le diría a la montaña, mueveté, mueveté, mueveté, y la montaña se moverá', pero no seguí más, ya me encontraba asustado, transpirado, rogando que bajaran un colchón y así dejarme caer a la vida y no a la muerte.




Nuestro reciente cadáver exquisito:

La brisa gime. Su voz es un pájaro que estalla en pedazos,
Vacíos, rotos, pero casi completos,
La absolución al silencio fue parcial, el juicio falla a favor del acusado,
Por las perlas bastardas, hurtadas violentamente del océano.
La inmensidad es un juguete roto de un niño tuerto,
Si así es el término, o quizá cíclope. Los límites del español.
Tu voz artificiosa: el hilo del cual pendo. El piso es un recuerdo difuso,
Mezclado con avaricia, con uno de esos tonos que se esconden bajo el coral,
La textura babosa, meto la mano y saco cangrejos con ojos infinitos,
Extensos como la mismísima estratosfera, bastarda, una bazofia,
El excremento de un mimo arrugado que suspira desde su pedestal,
Sí, rayos, en los que ubicamos a los malditos próceres, los de vidas falsas, recreadas,
Un juego donde las piezas mutan de cuervos a ecos de risas lóbregas,
¿Cómo decirlo? Es necesario explicarlo, contarlo, bastardearlo de tal modo en que los flamencos se mosqueen cuando el agua se relaja,
Sus piernas se distienden: por el muslo se derrama el ámbar agrio,
Ácido; perdón, casi amargo. Prefiero ahogarme en café, en una alberca de sustancias,
El vaso de farmacia está lleno. Él aúlla del otro lado de la ventana. Tiemblo,
Me nublo, me atormento. Me desdoblé ante la frágil lumbre. Sí, lumbre,
La jaula de junco está llena de alpiste. El pájaro no ha vuelto. Nadie espera,
Esa música maldita, descargaba en fuente en una almeja, no creí que era,
Un álbum de fotografías demacradas, ¿quién saluda?, no es tarde,
O temprano, qué más quisiera, la posibilidad de alejarlo,
El globo es un bulto enorme lleno de alimañas inquietas, se abre sobre nosotros,
Ellos, qué importa la forma de las personas, si la verdad está oculta en el conjunto de la materia,
Un cilindro torpe donde se balancea el fermento de tu exilio y mi distancia.


Antes de irse, refaccionado:

- Antes no había moscas. Llegaron con el alba.
- Eso, o nos estamos pudriendo de a poco.

Ya empecé mi conteo de malas palabras poco estéticas. Hasta ahora debo $0,30.

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