viernes, mayo 30

no son casualidades, tan solo repetimos lo mismo una infinidad de veces sin notarlo.

domingo, mayo 18

+ oneiric adventures

Llego apurada y cruzo una puerta de chapa. Un vidrio con dos aberturas separa la quietud y el silencio de los niños que corren en círculos del otro lado. Otros esperan, pacientes y en filas perfectamente formadas, para ingresar. Me sumo a ellos y paso con la próxima tanda, al entrar recojo una pistola a balines. El juego es simple, consiste en trotar bordeando las paredes del cubículo gris, intentando dispararle a la mayor cantidad de gente sin dejar que ellos nos den a nosotros. Es hora de que ingrese la próxima tanda, me hago a un lado y voy dando pasos cortos hacia la esquina, donde una mujer en cuclillas habla con una niña.
- Te estabamos esperando, por fin llegaste
- Qué le pasó?
- Y, no sé, preguntale vos

Ella es médica, yo vendría a ser la asistente. O algo así. La nena extiende el brazo y deja ver unos puntitos rojos que se unen dando lugar a la forma de un apósito, tan definido que parece calcado con tinta china. En el centro del tatuaje, hay un pedacito de papel blanco, de los que vienen con las curitas. Nos cuenta que se raspó cuando estaba jugando, y cuando se puso el apósito éste estaba tan caliente que le penetró la piel. Se lo sacó haciendo tres pliegues prolijos, pero el papelito blanco le quedó pegado.

- Es un caso grave, vas a tener que llevarla al hospital
- Pero no puedo ir manejando, además no soy familiar de ella, no la van a atender
- Vas a ver que sí

Nos subimos al auto las tres al auto. Ya empezaba a anochecer y las calles estaban desiertas. Llegamos al hospital y dejo a la muchachita en la sala de espera mientras voy a dar una vuelta para tomar aire.
En la calle veo arrimarse un auto, del cual bajan cuatro hombres con tapados pesados y largos casi hasta los tobillos. Un gato se asoma entre las ruedas y nos mira fijo. Comienza a caminar con pasos firmes, casi podría decirse que todos sus movimientos estaban premeditados. Se enredaba entre nuestros pies, altivo. Es la maldad, la maldad pura, o eso atinó a decir uno de ellos. Nos miramos entre nosotros, y lo entendemos. Yo y tres de los muchachos lo tomamos de cada una de sus extremidades y el hombre que restaba, el más grande, le dispara. Y se van.
Miro la hora y pienso que debo volver al hospital, pero antes decido pasar por un kiosko. Al llegar descubro que estaba cerrado, y de las rejas que lo resguardaban colgaba un cartel con una frase ilegible. Al asomarme por la ventana descubro a dos personas discutiendo.
Después todo fue quietud, silencio y destrozo. Girones de tela se mezclaban entre maderas astilladas, hojas hechas pedazos hacían las veces de alfombra y una lámpara escupía unos pocos vestigios de luz, lo único que animaba la escena. Palpo la puerta de madera húmeda e hinchada que cede ante el más mínimo roce. Entro a la habitación, desorientada. Se me cae una taza de té azul, blanca y vacía al piso, que estalla en mil pedazos produciendo un ruido mudo. Pero no por eso menos ensordecedor.




domingo, mayo 4

+ click

Hay determinadas situaciones que logran hacer un click en la gente. Click como el click que resulta de presionar un interruptor para que la luz pase de estar apagada a encendida, o viceversa.

Aunque también hay otro click, pero es más un click de vara que se raja y queda ahí, inmóvil, hasta que el primer viento la termine de romper.

A este último se lo puede comparar con el momento cuando se empieza a mover un diente de leche: uno siente la diferencia, sabe que algo va a pasar (de hecho, podría hacer oídos sordos, aunque eso no volvería todo a un estado anterior), pero no puede hacer tabla rasa de una vez y ya y arrancarse el diente ya que hay probabilidades que de este modo todo resulte peor.

Después, cuando ya se está mejor acomodado a ese tedioso punto medio, click, se cayó.

Pero bueno, claro, es ahí cuando se ofrecen historias mágicas de animalitos de laboratorio que forman sus ciudades a partir de los dientes, de los dientes que pertenecían a uno, y a cambio de eso te dan dinero. Dinero que, tal vez, no necesites o no sepas en qué gastar. Dinero que cierra un pacto en el cual nunca te preguntaron si estabas de acuerdo (y de no estarlo, no recibirás la recompensa económica, pero el diente se va igual)

Y entonces, uno se tiene que acostumbrar. Y a la larga se acostumbra. Como todo.

Volvamos al principio: Ya sea click terminante o click con delay (lo podemos llamar punto de inflexión o insight, si les queda mas cómodo), se asume que cambió la gestalt. Y, si decimos que este cambio es irreversible, también podemos agregar que el click con delay no es precisamente el mejor. Pero a veces cuesta negarse a retrasar algo que ya es inevitable.



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