lunes, mayo 11

— Entonces —dijo la voz apenas audible, camuflada por la cortina bordó de pañolenci— ¿Te encargas vos?. —Sí, claro, dejalo en mis manos, contestó, acomodándose el puño de la camisa.


Así era mejor, barrera de por medio tamizando la situación del todo odiosa, como si tuviese algún sentido simular estar mirando por la ventana, ocupado en contar las puntas de los edificios que se veían desde el piso séptimo del departamento que no era ni de uno ni de otro, neutral como sus relaciones.
Las paredes desnudas, blancas, corroídas apenas hacia las esquinas por humedad. Asépticas. Como si menguase en algo lo inevitable el no verse de frente, encontrarse uno con la cara chata y el otro con los ojos negros, demasiado grandes en relación con la boca de pez deslucida, de pescado deshidratado colgando de un tender en la terraza del edificio de Once, tres pisos más arriba.

El quejido de la puerta del ascensor fue la nota de aviso. Improvisar una despedida no era parte de los planes, hubiese dado lugar a titubeos, palabras a media voz, frases entrecortadas, todas esas cosas que buscaba evitar. La resolución ya tomada, sí, inapelable. Él, necio pero humano, carne, carne rosada y tierna, un poco pálida ahora, pero débil. La clave estaba en ocluir cada posible escape al titubeo, no dar pie a examinar de nuevo la situación.

Otra vez la botella de scotch medio vacía sobre los labios. La cortina en la nuca, acariciándole la espalda, le provoca un hormigueo cálido, ganas de recostarse en algún sitio mullido, echar la cabeza hacia atrás, dejarla en blanco y sentir el tiempo atravesando la piel, ya no como un esbirro engañoso, sino como volatilidad inconstante, rozando el límite entre lo palpable y el sueño, desdibujandose en él y que ya no importe, sin evocar voces, sonidos o ausencias.

Se dice que está bien, pero preferiría un cielo nublado, cualquier cosa antes que esa humedad pegada a la entrepierna. Siente un sopor subiéndole por la cien, sin distinguir si son los primeros efectos del alcohol o al contrario alguna gota que desciende de la frente. Las luces esparcidas sobre las ventanas contiguas son el anuncio. Ya es la hora. Apura de un trago los restos de la botella, dejándola luego en el piso, detrás del helecho. En medio de la inconsciencia inducida tantea el interruptor del velador, echando un vistazo a las paredes sentenciadas a silencio. Él se encargará de todo.

Cierra la puerta de un manotazo distraído, se aferra a la baranda y entre tambaleos va errando algunos peldaños, acertando otros, hasta que una ráfaga de viento lo despavila. Sólo unos pasos más y está la silla, tal como la había dejado esa mañana, al lado de la escalera que da al tanque de agua. Sube a ella de un salto, detrás de los ojos cerrados como persianas herméticas no asoma siquiera una imagen, un recuerdo. Así debe ser, piensa, hasta que de pronto un dolor punzante en el estómago lo somete a doblegarse. Sin permitirlo, ladea la espalda hacia atrás y de un tirón empuja la silla al suelo. Un gusto agrio le sube a la garganta que se cierra. Los párpados se despegan y todo el cielo vacío, con su infinitud repleta de smog, se clava, por última vez, en sus retinas.

6 notas al margen.:

Floripondia dijo...

Muy lindo tu relato :)

Paranoid Android dijo...

La descripción de los pisos, sumada al agregado de "tres pisos mas arriba" me hizo recordar en cierta manera a lo de los crucigramas, y en cierta manera me hizo recordar a que te decía Julia!
But, anyway, luego te alejaste un poco de eso, no anclaste en lo mismo, y la verdad es que todos sabemos que es muy bella y poética la idea de los encuentros neutrales que pretenden ser anónimos, con la angustia que esto conlleva en al menos una de las dos partes, bonito relato.

»Big Bang« dijo...

Maravilloso, la atmósfera de tus palabras tiene aires de Otoño.
Me encanta tu atmósfera ^.^

Félix dijo...

Los días nublados serían perfectos si algún día quisiera suicidarme.

Muy bueno el relato.

clodio pulcher dijo...

Hola Agustina!
Te comento que no voy a ningun curso o taller -realmente detesto esa aproximacion-, tengo varios amigos fotografos de carrera y cuando tengo alguna inquietud recurro a ellos.
Es la primera experiencia fotografiando a gente desconocida interpelada repentinamente, asi que te comento que es algo nuevo para mi: acostumbrado a tener tiempo para mirar bien los diferentes parametros y probar distitas cosas, este estilo de fotografia lo vivo como algo realmente fugaz.
De todas formas te comento que el unico retoque digital que me permito es el de brillo-contraste-saturacion. Ahora en otoño, a las 17:30 (ni hablar de las 19) no hay casi luz, y por mas que mi camara da hasta 1600 asas (realmente se ve mal tanto "grano" digital), se complica sacar. Sobre todo teniendo en cuenta que el minimo numero f que da mi lente es 4.0, y que no puedo andar con un tripode por ahi (desoyendo el canon me atrevo hasta 1/25 de segundo -en vez del minimo recomendado 1/60, y saco una tanda de varias).
El tema de la saturacion de colores es una cosa mia, me agradan vivos, y eso no se puede modificar desde la camara. En la analogica se maneja desde el revelado, en la digital, desde el las herramientas digitales.
En verdad, cuando me referia a que la ultima foto me agradaba más, no lo decia por la foto en cuanto a color y luz, sino en cuanto a composicion: la calle vacia me permitio un fondo lejano desenfocado, y ademas ciertas lineas de fuga que resaltan a la modelo.
Ah, una ultima aclaracion: mi monitor esta hecho mierda (mañana me estoy comprando uno), entonces cuando bajo las fotos a la PC realmente no se como lucen. Les subo un poco el brillo o el contraste a ojo.

Gracias por pasar
y por el apoyo,
Clodio

Anónimo dijo...

Pájaros en la cabeza.