Lucrecia vuelve a su casa y encuentra en la puerta a un hombre moreno, alto y evidentemente extranjero. Debe ser, piensa, de los que llevan maletines con anillos para vender y eso. Lucrecia vive a dos cuadras de la casa de Leandro, frente a su casa hay un prostíbulo pintado de rojo furioso —sin embargo, creo no haber visto jamás a una mujer saliendo de ahí—, tiene un perro y como trescientos gatos adorables. No pudiendo contener sus ansias de ayudar al prójimo, pregunta con una amplia e ingenua sonrisa:
— Hola, yo vivo acá ¿necesitás algo?
— ¡Muheres!
— ¿Estás buscando a mi mamá?
— No, ¡muheres, muheres!, contesta frenético, con los ojos amarillos desbordando de las órbitas y la mano larga extendida señalando la esquina bordó.
— ¡Ah! (...)
— ¿Cuánto vale?
— ¡Muheres!
— ¿Estás buscando a mi mamá?
— No, ¡muheres, muheres!, contesta frenético, con los ojos amarillos desbordando de las órbitas y la mano larga extendida señalando la esquina bordó.
— ¡Ah! (...)
— ¿Cuánto vale?
7 notas al margen.:
¿La habrá confundido con una puta? ¿Cómo estaba vestida? XD
Saludos!
huuuu! que jodido...
una vez en una bar, tarde, muy tarde, conocimos a unos rubios (muy rubios) que apenas si se hacían entender... y lo único que despues de unas cervezas sabían decir era: "¡Jotda, jotda, mujeres, jotda! ¡¿Donde?!"
porque... es una vieja historia, larga y personal, pero se sintetiza en un: por que sí. jajaja.
Es verdad lo de la tormenta, aunque a mi me agarró a unas cuadras de casa y quedé bastante peor...
me recuerda al taxista que una vez finalizado el viaje, les pregunta a mi hermana y mi prima cuánto cobraban.
de puta la tomaron pobre.
aai por favor me podes decir de donde conseguiste esa plantilla asi¿ por favoooor:D
jajaja ay cosas que nos pasan estando vivos, si asi somos los humanos en esta cosa que llamamos vida.
a vestirse de frack para estas nuevas 365 oportunidades.
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