que me iba afuera, y era de noche. para usar un término de leandro, los harapientos estaban acostados algunos sobre la vereda, otros sobre cartón, en la calle, amontonados, como si faltase espacio. uno me pregunta si no voy a tener frío. nos ponemos a charlar, y luego se sumó otro. eran señores sencillos y, en algún punto extraño, remotamente cultos. no me daban ganas de irme.
me levanté 1h 40m después de que sonó el despertador.
para todo lo terrenal: http://enaguasdeplastilina.wordpress.com/
Margaret Atwood / Poema nocturno
-
No hay nada que temer,
es solo el viento
que cambia hacia el este, son solo
tu padre el trueno
tu madre la lluvia
en este país de agua
con su luna marrón...