soñé que era domingo, o feriado, y mi mamá me mandaba a comprar facturas. sabía para qué lado tenía que ir, pero no con precisión dónde quedaba el local. cuando estuve fuera de su campo de visión -ella me estaba esperando en la puerta de casa-, entré a un negocio con una puerta estrecha y cara de bar, o de cualquier otra cosa menos panadería.
detrás del mostrador el señor de pelo negro asiente cuando le pregunto si tiene facturas, se acerca hasta una heladera y, de la parte de arriba, baja efectivamente una caja con facturas, pero en forma de empanada. me parece extraño. dice un precio exorbitante que creo atribuir a una inflación que, por no salir a comprar seguido, no conocía tan agravada.
entonces se queda callado y después dice que es porque estuvo preso. el chico de camisa que no sé cuándo entró al local, mira a un punto perdido y asiente gravemente con la cabeza, como si fuese muy cierto.
mientras tanto acá leemos a verlaine en castellano