miércoles, marzo 31

cadavre - exquis falso y experimental; en colaboración del poeta surrealista

a quien pueden visitar aquí para debatir en torno a por qué no se fabrican más los chupetines de coca cola, o bien deleitarse charlando respecto al modo en que r. fort se acomoda para dormir.


la señora usaba una bombacha tan grande que nunca podría ser el antifaz de un abismo,
el volcán de play-doh se abrió como una fosa inmensa y brotaron astillas de plata,
y bailaba arriba de la tarima sólo para que algún borracho surrealista se atreviera a gastar su plata en ella, acomodarle con sus yemas risueñas algún billetito debajo del elástico y luego empujarlo hacia dentro de ese globo aerostático,
pero el único borracho que la contempló fue uno que venía aplazando su suicidio y decidió que ahora mismo debía cometerlo, decirle que no al oxígeno, decirle sí a la eternidad,
las alimañas comenzaron por corroer el plástico. se desintegraron al contacto con el oxígeno,
primero se levantó tambaleándose y tiró su vaso de whisky que había llenado con orina en el baño para disimular su pobreza. luego marchó ciego hacia la tarima y gritó como si fuera una revelación: mamáaaaa,
el grito se deslizó por la hoja seca, no pudimos saber cuál cayó primero,
tardísimo la reconocía a su madre, como tardísimo reconocía que debía morir. reconoció a su madre en el momento de decidir morir. no la veía desde los doce años cuando ella le dijo: hijo, no tengo ganas de seguirte criando,
la vuelta de la esquina estaba como a cinco cuadras y llegaron tardísimo,
ella lo miró y de repente su rostro había estallado en lágrimas. él se arrojó sobre la tarima y sin rasgos melosos ni lascivos le besó los tobillos como si fueran dos senos,
estériles los dinosaurios de cartulina, empapados ahora por el rocío meloso,
se amamantó con sus senos mientras su madre seguía bailando como si no estuviera llorando. rápidamente dos patovicas corrieron a sacar al borracho de allí, el único boliche abierto de todo La Falda, esa noche de frío polar,
valijas y bolsos ocultando los talones que subían acompañando el ruedo de la falda,
en menos de lo que se pronuncia la palabra tiempo el borracho estaba golpeado y sangrando contra una persiana metálica de la calle gritando: mamá, mamá. era mi mamá. pero rapidamente calló, el escándalo cesó como si hubiera despertado o renacido con eficacia,
removiéndose en la celda de agua con pesadez para sacarle rigidez al tiempo,
en realidad los números le habían rasguñado la cara, pero ella no le creyó,
nadie le creyó al otro día cuando dijo que quería seguir viviendo y el mismo los vio morir a todos, uno por uno, y vio nacer a muchos más sabiendo que el único medio para no morir de por vida es morir de por muerte,
dorar la angustia vuelta y vuelta para que la prolijidad sea al menos un sweater.


lunes, marzo 22

Estados de agregación de la materia: fotografías







Gaseoso

Las moléculas del gas se encuentran prácticamente libres, de modo que son capaces de distribuirse por todo el espacio en el cual son contenidos. Cohesión casi nula. Sin forma definida.

Jueves pasado, seguramente. En mi bar preferido, mechando Salinger con un relato que estaba escribiendo donde en el, ay, lánguido final, una película fotográfica resultaba velada.

·

Líquido
Aún existe cierta unión entre los átomos del cuerpo, aunque mucho menos intensa que en los sólidos. No tiene forma fija pero si volumen.
Movimiento energía cinética.

Ayer. Escaleras del río atiborradas del desdén del prójimo —desde inocentes ramas hasta maquiavélicas botellas y una descontextualizada pantufla marrón. Un pescado sin cabeza. Un caracol azabache. De pronto, algo como una película de fotografías. Pero no. Pero sí, parece. Al final —sin más evidencia empírica que verlo de lejos— se decreta que probablemente sea un cierre, cuya otra mitad se encuentre sumergida en ese tímido charquito.

·

Sólido
Los materiales se presentan como cuerpos de forma compacta y precisa. Rigidez. Forma definida.

Hoy. De nuevo río, escaleras ya liberadas de desperdicios gracias, quizá, a la corriente de agua de anoche. Apenas algún que otro envase, hojas, ramas, un pescado diminuto nadando ágil, otra vez la película. Pero estoy sentada en otro lado. Pero realmente, realmente es una película. Entonces me acerco y la rescato de las fauces del charquito-otro. Y era, efectivamente, una película fotográfica donde las tomas —por la erosión del agua o quién sabe— resultaban inapreciables, invisibles.

Ahora están a mi izquierda, superponiéndose a una escena de Musik i mörker.



miércoles, marzo 17

federico

Pensaba pantuflas, palanganas rebosantes de tibia glicerina, manos aterciopeladas que estarían calentándose, lejos, en una estufa ajena a ese calor tortuoso, zapatos bellos hasta lo imposible amordazando los pies, cuando llegó el colectivo. Lo esperaba hacía cuarenta minutos y ya se me estaban acabando las posiciones para amortiguar el cansancio.

En este caso la reacción en cadena es siempre la misma, el alivio seguido de cerca por la mirada de reproche al chofer como si de él dependiese el horario, la fila larguísima, los dos imbéciles sudorosos que miraban mis medias blancas con lascivia. Después calcular y, bien, lo predecible de contar los pasajeros y quedarse sin asiento, volver al chofer con las manos sobre el rostro de jovencito y los codos desparramados en el volante.

La señora obesa con tres nenes hace pasar a uno rápido entre el desconcierto para que no pague boleto, luego camina dificultosamente, reina de la idiotez empujando a los simples mortales con sus bolsas-báculos, él lo ve pero no dice nada, como si guardase la energía para, segundos después, tirar aire en la máquina de boletos mientras el viejo se queja de ‘robo’, aunque es probable que haya contado mal las monedas.

Me quedo adelante para aprovechar la única ventana abierta y la perspectiva de la calle limpia de mochilas y asientos. El chofer puede llamarse Federico y ser nuevo, su camisa limpia despide un aroma agradable que le hace contrapeso al otro revoltijo de hedores convulsivos. No responde a los bocinazos sin fundamentos ni pone gestito de hastío a los peatones que se lanzan al asfalto cuando ya cambió el semáforo. Tampoco me mira verlo con esta ternura inusitada, casi conmovedora que me inspira su desentendimiento de las formas repulsivas ajenas, la docilidad que no es abnegación ni paciencia sino un sensato mantenerse al margen de la imbecilidad del prójimo.

A Federico, como a mí, también se le inundan los ojos de luz por la proximidad del puente, más bonito aún de noche, cuando se ven las casas con lámparas que destiñen cortinas de colores y la oscuridad barniza los edificios con una profundidad más íntima. Por eso no me extrañé cuando al llegar al río el volante quiso seguir el recorrido de la estela del barco; cuando entre los gritos aterrados suspiramos al unísono, dulcemente; cuando, sin saberlo, cumplía el sueño de ambos y nos ayudaba a todos.

lunes, marzo 8

ochotresunocero

el almohadón de plumas estaba envuelto en hilos de sangre

ella le dijo: el ave volverá cuando se acabe la batería
el ave volverá cuando estemos sentados a la mesa
él no podía escucharla, llevaba puesto el gorro nuevo
que de tan amarillo le tapaba los oídos pulcros

ahora los dos miran la cama de dos plazas con asco
¿era necesario -dice ella- despatarrar así los días
enharinarlos vuelta y vuelta en la tabla de planchar
para que luzcan idénticos y falsos, mellizos engendros?
el tiempo de trueques acabó al irse la feria, anoche.

¿qué buscás en ese cajón? está prohibido tocarlo
no, no están ahí los documentos que firmamos esa tarde
en medio del parque iluminado inútilmente por las
bombillas de colores radiantes, verde, violeta, naranja
tampoco el caracol con botones y picana eléctrica
¡no voy a permitir que otra vez ataques a las moscas!

las hebras respiran, ascienden como espectros
chorreando las sábanas con el sudor bordado
por la movilidad que era muy hábil para esas cosas
él habla muy alto como para mirar el escritorio
y ver que ahora es una larva, pasó tan rápido

se acuestan a dormir sin ponerse la ropa de cama
lucen ridículos con sus vestimentas cotidianas
el ambo de farmacéutico y la pollera de ciclista
sobre ese desarmadero de planes futuros sin salida
él ronca muy alto como para oír el estallido
ella, en cambio, lo presumía. no se inmutó.




ps. odio ese asunto de la verificación para poder postear, pero en realidad estoy hastiada de las promociones de viagra y los extensos párrafos en chino tradicional. disculpas.