lunes, noviembre 30

algo está pasando


no quiero ser alarmista, ni iniciar una revuelta social —el sábado, si de honestidad se trata, quise viajar en avión y pararme en corrientes y nueve de julio jugando a ser una oradora, todo por culpa de un chico que estaba tirado en el pasto mirando el cielo y un vestido de quince años rosa chicle, estrepitosamente horrendo. y los carteles luminosos e imbéciles, poder-estilo/poder-vestirlo-con-estilo al auto horrible, la capucha sucia y el codo izquierdo flexionado sobre la frente, no es para menos. además los bocinazos iban a tapar mi discurso improvisado y no llevaba los documentos,

no quiero cultivar un pánico incontrolable ni deshacerme en exageraciones, pero es cierto que sucede algo a lo que asistimos, casi íntegramente, pasándolo desapercibido como se hojea una cosmopolitan. vi una paloma aplastada contra una de esas baldozas con canaletas, plana como un papel —papel reciclado con varias capas, engrudo y plumas. un perro acodado al lado de un árbol, en la esquina de Directorio —o cualquier otra avenida— con los ojos de bolita de patio de escuela abiertos y fijos —como el retrato de jesús que tiene mi abuela en su living y me llena de un terror incontrolable porque cosifica, y uno no tiene dónde esconderse porque la mirada (aún debajo de la mesa) está en todas partes, es incluso la habitación entera—, un corte horizontal en el estómago y una mezcla antipática de órganos impúdicamente expuestos, las orejas erguidas oyendo los suspiros de asco y las exclamaciones cortadas de raíz. todo eso.

el sábado los patos se atacaban y alejaban a las palomas con sonidos guturales y aleteos frenéticos, se tiraban uno encima del otro con los picos largos, por primera vez vi sus patas y eran terribles, gelatina de carne con puntos infinitos de un color que se opaca cuando se apoyan con más presión. leandro vio que pisaban a un gato, me lo contó hoy sin darle importancia, enseguida se puso a hablar o de listas frías de llamadas telefónicas (se le puede decir guía y punto, vamos) o de cinta de pegar.


los animales se murieron siempre pero nunca tan así, en el medio de la calle, estorbando a los peatones, sin reparar en los buenos modales. siempre está, claro, el basurero que de noche recoge al perrito y lo tira sin más, de la paloma puedo decir que permaneció un lapso mayor, quizá sigue ahí en este momento.

pero está, por sobre todo, el conejo rojo de plástico que supera en varios centímetros mi altura —aunque yo no sea buen parámetro— y esperaba parado todas las mañanas y todos los mediodías con el brillo de su piel ficticia y nada mullida. después terminó en el piso, recostado, y no fue por decisión propia. se lo comenzó a comer la chatarra y ahora sólo quedan las sillas destartaladas, los cajones, las chapas. y, al lado, el desarmadero de autos.

pero algo está pasando, de veras.


(también sucede que mallarmé es, uf:

sens-tu le paradis farouche
ainsi qu'un rire enseveli
se couler du coin de ta bouche

au fond de l'unanime pli
!)

lunes, noviembre 23

boletos



me gustan mucho los boletos de colectivo de colores








(no comprendo en absoluto la necesidad de hacerlos monocromáticos, rectos, sin dibujos, insulsos, aburridos, dignos de ser tirados al primer tacho de basura que se visualice a la hora de bajar)







(en verdad no me parece acertado el formato actual. ni un poco.)

miércoles, noviembre 18

señoras raras

llego al bar con muchísimo calor. pienso si pedir café o agua tónica cuando el mozo interrumpe el hilo de mis ideas. me pregunta con tono de yasédeantemano si voy a pedir lo que pido siempre y, aún sin haberme decidido por completo, elijo agua tónica. por llevarle la contra, no más.

llega una pareja de cincuentones que ya vi otras veces pero me aburren, así que intento leer. al rato, aparece otra que no conocía. él habla muy bajo, casi sorbiendo las palabras. tiene una camisa a rayas verde musgo y marrón claro, un reloj con maya azul y roja y una horrible pulsera plateada. bastante sobrio y nada calvo.

ella lleva el pelo platinado, gafas enormes, zapatos de taco alto, una pollera negra y está bronceada pero sin delineador. al entrar, se mira con la otra señora, un cruce de un segundo. como se estaba yendo no pasó a mayores. lástima.

me pregunta si hará frío afuera. le digo que en verdad sólo hay viento, pero en cualquier momento comienza a anochecer y será terrible. lo comprueba por sí misma y regresa a re-confirmarme que estaba en lo cierto. bien. deja la cartera plateada sobre la mesa, pide un batido de frutillas. él, sprite. sólo tenemos zero, puede ser, sí, claro.

siempre en ese lugar hay gente de más de cincuenta años, poca y todos hablan de lo mismo. siempre charlas que denotan primeras, segundas, quintas a lo sumo citas. salvo los que nombré al principio.

yo no idealicé: vi tu corazón que es lo que me interesa en un ser humano. mi suegro es como el padre que nunca tuve. ¿qué pasó con tu papá? lo veo a veces, en las fiestas. mi suegro. la mujer era muy mandona, Juan le decía a todo que sí. las cosas cambiaron cuando llegué yo a esa casa. etc. no estoy preparado dice él y entonces ella, deberías reencontrarte con tu esencia.

vaya.

y, en seguida, contame, si no te da vergüenza, no sé, si querés, qué hacías con ella en el hidromasaje.


es demasiado y entonces vuelvo a barthes. pero al rato me aburro, veo que se está nublando y me siento en la escalera. ahora el río está mucho más crecido que de costumbre. es mejor mirar los escalones que el horizonte porque el agua choca y lo malo es que haya tantas cosas tiradas, entre ellas un sachet de leche inflado que se mantiene erguido. harto fálico. también hay papeles brillantes como de alfajor que me molestan una infinidad. cuando ya el agua me salpica los pies con frecuencia, decido irme.

yendo a la parada del colectivo veo venir a una señora que parece bastante vieja con pantalones amarillos, remera roja, zapatillas al tono, mucho más limpias que ella. tiene el pelo blanquísimo adelante y negro atrás, y una bolsa en la mano. frena, deja la bolsa, revisa, revisa, revisa. saca pegamento y lo inhala.

y todas las anotaciones las hice sobre un folleto del PO


pd. y emanuel cree que un libro de unamuno puede muy bien considerarse como un kamasutra. pero sin dibujos, con letras y con una única postura erguida.

sábado, noviembre 14

sábado

soñé que estaba sentada con lucrecia alrededor de una mesa circular, en la casa de leandro. él iba y venía, la tele encendida desparramaba voces que no tenían ni un poco de nuestra atención. leandro se acerca con un mantel en la mano, para que pueda extenderlo sobre la mesa sin chocarse con ningún estorbo, corro la silla para atrás y me despierto.

son las 5.27am, me había acostado sobre el acolchado porque tenía calor. ahora está algo más fresco y el cielo un poco rosa. me parece bastante estúpido. pienso en que no pude encontrar eso otro de 'me resulto bastante simpático'. es temprano y es molesto. tomo los cuentos completos de onetti, abro una página al azar.


la mucama golpeó la puerta y él vio colgar el sobre de las tablillas de la persiana, comenzó a percibir cómo destilaba en la penumbra, en el aire sucio, su condición nociva, su vibrátil amenaza. lo estuvo mirando desde la cama como a un insecto, como a un animal venenoso que se aplastara ala espera del descuido, del error propicio.
en la tercera fotografía ella estaba sola, empujando con su blancura las sombras de una habitación mal iluminada, con la cabeza dolorosamente echada hacia atrás, hacia la cámara, cubiertos a medias los hombros por el negro pelo suelto, robusta y cuadrúpera. tan inconfundible ahora como si se hubiera hecho fotografía en cualquier estudio y hubiera posado con la más tierna, significativa y oblicua de sus sonrisas.

tuve que volver al principio y releerlo de nuevo. así, lo mismo con otros dos. después conté números rojos y me quedé dormida antes de llegar a sesenta, pero ya habían pasado de largo las 6.20am. entonces fue de nuevo, ahora el cumpleaños de eva o de mariana, la reunión en una casa en otra provincia, todos se van a algún sitio y yo debo quedarme y lo hago gustosa.

cuando abro la puerta -por algún motivo que desconozco- está sentada del lado de afuera una chica con el pelo lacio y los ojos grandes. nos miramos desafiantes, o asustadas. y tenemos una conversación algo incoherente porque uno no puede escrutarse tanto tiempo sin decir nada, y la charla estúpida giró sobre esto. yo le decía que no tenía derecho a mirarme tan fijo porque era incómodo, menos estando sentada en la puerta de la casa de una persona a quien ella no conoce y por favor retirate. pero en frente el hospital alcanza a decir o cualquier otra cosa y me aburro y en una toma de posición netamente maleducada le cierro la puerta adelante de los ojos innecesariamente grandes.

volví a entrar y ahora en una habitación que era parecida a la mia pero que no era había un señor viejo con cara de imbécil y las mejillas coloradas de sol o de cerveza. le digo que se vaya, y lo empujo en la espalda con mis manos. claro, cuando duermo tampoco tengo fuerza. no resulta.

aparece mi abuela y le pregunto quién es. me dice que viene a buscar algo. señor, qué busca, váyase, salga de mi habitación, qué busca, y nada, era tedioso que siga caminando, cuando intentó abrir el placard lo empuje de nuevo y ahora al menos se dignó a contestarme que estaba buscando una carta documento. no sabía a qué se refería pero con mi mayor tono de neutralidad afirmé que jamás la podría conseguir.

o se aburrió o la encontró y se fue, el tema es que llegaron todos para el cumpleaños y las mujeres debíamos aprontarnos pues finalmente salíamos. mientras todas se maquillaban y peinaban no pude evitar ir al patio. había tres hamacas, tres personas, dos afuera. era simétrico, casi no había estrellas, no llevaba zapatos, el pasto estaba fresco, mi mamá golpea la puerta y me avisa que ya es hora, si vamos a ir al centro, y me acuerdo de que, claro, hoy es sábado y entonces nada.

al menos está nublado.

domingo, noviembre 8

domingo

Después de caminar sin dirección ni sentido aparente vuelvo al principio y entro a Carrefour a comprar. Justo al llegar al quiosco veo que la chica que atiende sale con un termo en la mano y una mujer de unos cincuenta años, el pelo teñido de amarillo chillón, pantalones negros y remera turquesa se acerca al lado de las maquinitas expendedoras de peluches.

The lights came on fast
- ¿Sabés si tardará mucho?
- Ni idea
Lost in motorcrash
- ¿Habrá ido a comer?
Gone in a flash unreal
- Llevaba un termo
- Porque necesitaba cambiar un billete de dos pesos por monedas. Estaba jugando a las expendedoras de allá y me gané un reloj, y quería seguir jugando.

Voltea y camina, pasa la juguetería de largo y se detiene en la veterinaria.

But you know all along, you laugh the light, I sing the songs to watch you numb.
- ¿Vos no tendrías dos monedas para cambiarme, no?
- No. Pero hay muchas cajeras que no están atendiendo ahora, ellas deben tener.
- Tenés razón. Gracias

I saw you there, you were on your way
- Justo no tenía y le fueron a buscar a ella también. Cuánto tarda, ¿no?
- Sí
You held the rain and for first time heaven seemed insane
- ¿Vos venís a comprar cigarrillos?
Cause heaven is to blame for taking you away
- Sí
- Un vicio malo, ese
- Como todos, un vicio
- ¿Tenes hijos?
- No
- ¿Estás casada?
- No. ¿Usted?
Do you know the way that I can? do you know the way I can't lose?
- No, estoy en pareja pero no tengo hijos, no puedo tener aunque podría adoptar
- Es una opción, es cierto
- Sí, pero para eso mi pareja debería ser estable
You laugh the light, I cry the wound in gray afternoons
- Estamos juntos hace veinticinco años. Vos sos muy jovencita. Diez saliendo y quince de convivencia. Pero él es así, muy rebelde.
- Ah, mucho tiempo.
The lights came to pass, dead opera motorcrash gone in a flash unreal in nitrous overcast
- Y yo soy muy rebelde también, y así no podemos adoptar.
- Hay cosas que se pueden modificar si se pone voluntad.
Do you know the way that I can't choose?
- Decime, ¿cómo hago para cambiarlo? ¿qué tengo que hacer?
Do you know the things that I can?
- Supongo que el cambio debe surgir de uno, no imponerse.
- Encima está allá, en el bar. Me mata si se entera que te estoy hablando de esto...
Do you know the things I can't lose?
- Ahí pasó la chica con las monedas
- Gracias

Finalmente, las consigue. Se da vuelta y me saluda con la mano. Llega la chica del quiosco, con el termo ahora lleno o ni siquiera eso. Ya con los cigarrillos en la mano, salgo y camino por la vereda de los árboles. Piso unas moras y me mancho las sandalias.

sábado, noviembre 7

16/12/xx

la noche cae estrepitosa sobre el piso siete
de la calle uruguay, justo entre el marco de la puerta y el escritorio de madera donde se apilan bolsas de supermercado, repasadores y un juego de llaves.

clara, de pie, mira fijo a la ventana. la ventana, estática, le responde con su propia imagen, un poco traslúcida, tal vez menos triste, pero en fin ella, los pantalones beige de lino, camisa blanca sin planchar y medias cenicientas de tanto andar descalza barriendo con los pies.

clara mira la ventana pero no la ve ni sabe de su reflejo, tampoco alcanza a observar los edificios, todos iguales, al cruzar la calle. ni las copas de los árboles, semáforos, antenas que salen de las azoteas como plantas, todas iguales, casi todo siempre lo mismo variaciones apenas reproducciones infinitas y entonces-

el viento zamarrea las cortinas que responden al estímulo, ruptura del orden consolidado que obligan a clara a salir de la inmovilidad. pero penas baja la vista, observa las manos más bien pequeñas.

-y entonces se descubre quieta y absorta, como un minuto, tres, cuarenta y seis atrás, pero de cómo está ahora ni una idea aproximada ni pálida. nada. en la boca, sí, en la boca un gusto dulce de manzana acaramelada, separa los labios para apreciarlo mejor pero vacila al creer que podría escurrirse entre la comisura y comisura. es mejor estar quieta.

los bordes de las cortinas se pliegan sobre sí mismos, alcanzan el pie de clara que lo recibe como una ola que rompe y se acerca con suavidad a la orilla para luego de un salto dar la vuelta y volver a confundirse en la masa homogénea y anónima.

el pie queda, ay, mojado, con vestigios de yodo y bruma. se camufla entre la arena y los caparazones rotos, jugando a la indiferencia hasta que entonces, claro, el frío desconcentra y, vaya, al final no era más que el parquet.
suena el timbre.